­"Tras un año y medio de relación habéis logrado manteneros con pureza. Por eso os merecéis ser tratados como la realeza. Este es vuestro premio. Ya sois príncipe y doncella". Así finalizaba la rápida ceremonia que unía a los jovencísimos Kike Fernández y Ana Amaya en matrimonio. Un enlace multitudinario que venía anunciándose desde hacía un mes en las opis de las paradas de los autobuses y que ayer cobró forma. Alfombra roja, derroche de brillos, coche de caballos, palmas y zapateaos. Quizás el calificativo de "boda del año" se queda corto. Fue mucho más.

Cinco y media de la tarde de ayer. En casa de Joaquín Fernández, padre del novio, no cabe un alfiler. Las cámaras de televisión del nuevo programa de Cuatro, Palabra de gitano, que se estrenará por el mes de septiembre, no pierden detalle. Al jardín empiezan a llegar los primeros invitados, entre ellos Rafael Fernández, hermano de Kike -o Kiki, como lo llaman y su mujer, Aroa. "Estoy muy nerviosa, casi o más que el día de mi boda. Ten en cuenta que yo entré en esta casa cuando tenía 8 ó 9 años. Así que seguro que me emociono", reconocía a DIARIO de MALLORCA. Mientras, en la planta superior, en la habitación principal, todo estaba listo para comenzar con la ceremonia de vestir al protagonista. Allí, una radiante madre, que no madrina porque ese papel estuvo reservado para la primogénita del matrimonio, Manuela, llamaba al orden. Con un impresionantes diseño en color rojo de Vicky Martín Berrocal, Loli se arrancaba a cantar. "Quién se pide, quién se casa, lo más guapo de mi casa". Y los íntimos se arrancan con las palmas.

Entre pétalos de flores y algunos abanicos, Manuel Santos y José Martínez, primo y cuñado respectivamente del novio, le ayudan a ponerse el chaleco y los zapatos. El orgulloso abuelo, Cherro Negro, aprueba el uniforme con un "tú sí que vales". Más fotos, para no perder detalle.

A pocos kilómetros, en Son Gotleu, la expectación es máxima. Muchos curiosos esperan ansiosos ver a la novia. A pesar del calor, aguantan con alegría. La misma que tiene Ana, "nerviosa" porque no es fácil sostener el tocado ni ajustar el vestido, fabricado en Turquía, a su cuerpo. Aún así, le quedan ganas de bailar con su madre, Ana Crespo, a la que le ha prometido pasar la última noche antes de irse de luna de miel en casa. "No es fácil despedirte de una hija. Pero estoy contenta porque se va con un buen hombre y una buena familia". Su padre, Tabalín Amaya, dice no haberle dado ningún consejo, "eso es cosa de la madre".

El reloj anuncia retraso y comienzan las prisas. Justo en el momento en el que se está deciendo si ir a buscar ya a la novia o no, irrumpen en casa de Kike un muy simpático Farruquito y su mujer, Rosario Alcántara, y los hermanos Amaya, Luis y Remedios. "No podía faltar a este gran día. Son mis primos y vengo dispuesta a cantar y a bailar lo que me pidan". Un aperitivo de su actuación, en la calle Indalecio Prieto de Palma, cuando el novio recoge a su prometida. Primeras lágrimas y primeros jaleos. Ganas de más.

Invitaciones y pases ´vips´ a las puertas del Pueblo Español alertan a los vecinos de que algo se cuece. "Me he llamado la atención ver tanta gente vestida así de fiesta y aquí me quedo. A ver si llegan los novios", reconoce Maria Jaume, residente en la zona. Pasan varios minutos de las ocho de la tarde y se divisa una limusina Hummer blanca. Es la señal, llega la protagonista.

El goteo de familiares y amigos en constante. Se anunciaban cerca de mil comensales, pero la cifra parecía haberse quedado corta. Es tanto el ajetreo que a Ana parece jugarle una mala pasada su corto viaje en el coche y su posterior entrada al recinto. Ha de arreglarse el vestido antes de comenzar la ceremonia. La espera se ameniza con un coro y una copita de champán, alcohol que no prueba la mujer de Farruquito, embarazada de su prime hijo, al que pondrán de nombre Juan. Los niños corretean entre las piernas de Miguel Vargas y su mujer Sandra Fernández, que les desean las mayor de las felicidades a la pareja. "Se casan jóvenes, es verdad, pero es algo habitual en nuestra cultura".

Con casi cuarenta minutos de retraso, el patio de La Alhambra del Pueblo Español se convierte en escenario del enlace. Alberto, el pastor de la Iglesia Evangélica, decide ir rápido con el ritual. No sin antes alabar "la pureza" de Kike y Ana. "Bendice a estos novios señor. Y vosotros respetaros y amaros mucho". Poesías, algún rezo y uno de los momentos para guardar en el corazón. Tabalín, el padre de la novia, dedica una "improvisada" canción a su hija. "Os habéis unido en lazos del matrimonio. Os deseo felicidad y que forméis una próspera familia. Que me déis muchos nietos". Su voz, a pesar de anunciar que no se le daba lo de cantar muy bien, suena casi como la de un profesional. Mucha piel de gallina entre los invitados y muchas lágrimas en los ojos de Ana, "la doncella, la mujer de la vida de Kike".

Tres el intercambio de anillos, vuelta al recinto en coche de caballos. Mientras Matthias Kühn y Norma Duval se acomodaban en su mesa, muy cerca del escenario, a los novios les aguardaba una sorpresa. Su entrada en el salón del convite, al aire libre, contó con una lluvia de mariposas. Cien ejemplares de monarcas que volaron sobre sus cabezas. La cerveza, el jamón y las paellas iban y venían por las mesas. El humo traía el olor a cochinillo asado. La noche no había hecho más que empezar. Aún faltaba que alguien se rasgara la camisa y el reparto de peladillas. Esa segunda parte, la contamos mañana aquí.