­Lama Tcheuky Sengué preguntaba ayer al auditorio presente: "¿Tienen miedo a morir?", "¿A qué temen cuando la muerte llega?". Tras un retraso de las aerolínea en la que viajaba, el budista tibetano de origen francés ofrecía en el auditorio del Club DIARIO de MALLORCA la conferencia organizada por el Jardín del Dharma, ubicado en Palma, que versaba, entre otras cuestiones, de explicar a través de la filosofía tibetana en qué consiste el ars moriendi o arte de morir, qué concepción tiene el budismo de la muerte y cómo podemos acompañar "a los que se van antes que nosotros" en ese proceso.

Para ello, vino acompañado de una traductora, Martina Florit, que iba traduciendo a los asistentes las reflexiones del monje budista. "Idealmente, si uno puede morir sin miedo es perfecto". Sin embargo, el maestro explicó que existen varias posibilidades. "La más elevada" consistiría en dilucidar la "verdad" qué estaría más allá de la vida y la muerte. Pero como no se puede saber con certeza si se ha sido "iluminado" por dicha verdad, habrá que barajar otras opciones.

¿A qué se tiene miedo?

¿A qué se tiene miedo cuando la muerte llega? Tcheuky detalló dos opciones. A la "pérdida" de todo cuanto uno se apega en la vida terrenal €amigos, familiares, bienes materiales y, en especial, hijos€ y a la incertidumbre del salto a lo desconocido. Para la primera opción, el dharma reconoce que el sentimiento de dolor puede "menguar" con "ajustes filosóficos", aunque lo considera ineficaz. Por tanto, aconseja "confiar en alguien" en un ser espiritual, todo aquello que se aprecia o ama. Pensando en que "Buda" o la "Virgen" cuidarán de todo cuanto amamos se puede conseguir tranquilidad en los pensamientos.

El miedo a lo desconocido también se desdobla en dos alternativas: creer que no queda "nada" tras la muerte €con lo cual, la pérdida de conciencia eliminaría cualquier posibilidad de lamentarse€ o confiar en las tradiciones espirituales como la tibetana, que sostienen que es "posible" que lo que venga después sea "mejor" de lo que se tuvo aquí. "En vez de miedo, deberían sentir entusiasmo", concluye.