La crónica de la reforma de Can Lis es la historia de una vuelta a sus orígenes. Si bien la restauración tenía como finalidad que la casa, obra maestra de Jorn Utzon, recién declarada Bien de Interés Cultural, recuperara el aspecto primigenio con el que fue concebida, otro aspecto viene a cerrar el círculo. Veinte años después de que Can Lis se sometiera a una reforma en 1993, los mismos operarios que trabajaron en ella por entonces se reunieron el pasado octubre para dar una nueva vida a la construcción que se asoma al mar desde Portopetro. Una nueva existencia proporcionada por la Utzon Foundation, que acaba de crear una residencia de artistas en el que fue el hogar del danés y su familia. El mallorquín Iván de la Fuente ha sido el encargado de romper el hielo pudiendo trabajar en la casa durante varias semanas.

La arquitecta Lise Juel firma el proyecto de restauración, y el equipo de Francisco Cifuentes (formado por el propio Cifuentes, María Eugenia y Sebastià Martorell) colaboró tanto en la redacción del mismo como en la dirección de la obra. El arquitecto mallorquín explica que otro de los aspectos fundamentales a tener en cuenta a la hora de trabajar en el edificio fue el de proporcionarle habitabilidad. Por ello se recuperaron dos habitaciones y se dotó a la casa de las necesidades básicas.

En primer lugar, el equipo al frente de la reforma elaboró un estudio de patologías. Y empezó a trabajar eliminando los añadidos "que se habían colocado en la construcción a lo largo de los años para hacer la vida más fácil". Así las cosas, en los baños se eliminó parte del embaldosado "para dejar la piedra original de Santanyí a la vista, todo con el fin de recuperar el ambiente primigenio de la casa". También se han recuperado el pavimento y los tabiques de la cocina, así como una estantería que se derruyó.

La madera que ha vuelto a Can Lis es también la original. "Es el pino norte que se ponía en los años setenta", apunta Cifuentes, quien destaca la importancia que daba Utzon a los materiales del lugar a la hora de levantar cualquier construcción. "Aquí utilizó el marés y la piedra de Santanyí propios de la isla", asevera. "Además es muy curioso observar que donde está Can Lis probablemente era una zona de canteras", continúa. "A Utzon le gustaba cerrar ciclos".

Otros elementos que también se han recuperado son los azulejos, encargados a Can Benito (Campos) y a Cumella (Barcelona). Las lámparas primigenias también han sido rescatadas.

La sutileza de la restauración estriba en cada uno de los detalles. Por ejemplo, cuando un fragmento de madera estaba podrido y en mal estado, en lugar de reponer la pieza completa, se ha optado por cambiar únicamente el trozo en mal estado.

Las viguetas de la casa también se han chequeado: finalmente se reforzaron y puntualmente se sustituyó alguna.

Por otra parte, Cifuentes apunta otro detalle directamente vinculado al lenguaje y a la filosofía arquitectónica de Utzon. Se trata de la cuestión de la erosión del edificio. "Por ejemplo, cuando se tiraba el mortero en algún pilar, se aplicaba con frescura, emulando la erosión, como si hubiera pasado el tiempo", señala. Todo para no romper con la armonía.

En definitiva, tras esta rehabilitación, "la casa mantiene el aspecto vivo. No está vieja, pero tampoco parece nueva e impoluta", concluye el arquitecto.