–¿´Los inmortales´ es el resultado de su miedo a morir?

–Sí. Es la perplejidad ante nuestra condición mortal y el deseo literario de vencerla. Es el gran tema, pero es orillado en las sociedades poscapitalistas, porque desestructura el sistema: ¿para qué tanto esfuerzo?

–¿En qué se basa para decir que en 2012 no hay felicidad?

–Personal sí que la hay, pero hay un sistema de alienación muy refinado. El capitalismo sigue alienando nuestras vidas, pero hay que distinguir entre él y democracia, pese a que muchos intelectuales las equiparan monstruosamente. Es un bien irrenunciable, nuestra gran conquista, pero el capitalismo nos convierte en seres esclavizados.

–De lo que no discuten los historiadores en 2040 es de que Franco inventó la democracia. ¡Qué duro!, ¿no?

–La Historia es móvil y eso planteo: que lo que hoy pensamos inamovible se moverá.

–A sus seres superiores del futuro les repugna la política. ¿Es un buen porvenir?

–Si el ser humano erradica la mortalidad –esa injusticia biológica–, la injusticia política deja de tener sentido. Sin muerte, se acaba la Historia y la política.

–Convertir a Vilas en personaje, ¿es un exceso de ego o mero posmodernismo?

–Ego para nada. Es como una solidaridad literaria posmoderna con los personajes.

–¿Utiliza personajes reales e históricos para burlarse de la realidad?

–En mis novelas no hay sátira. La literatura ha de tener una mirada más compleja y ambigua. Ni critico ni perdono a los personajes.

–¿Estos años son literariamente negros por el retraso económico español?

–Si España fuese EE UU tendría más Nobel de literatura. Riqueza económica y potencia cultural son lo mismo. El último libro de Harold Bloom dedica 50 páginas a Hemingway y dos a Cervantes.

–Dice su Joyce que la ruina literaria es porque ningún escritor quiere pasar hambre…

–La idea del escritor rico es de hace dos días, procede del best seller y de EE UU, pero el escritor de la Historia de la Literatura ha sido pobre. Un best seller no tiene nada que ver con literatura, aunque se insiste en esa confusión dramática.

–¿Entonces la obra accesible es contraria al concepto de literatura?

–No. Hay gran literatura accesible. Pienso en El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald. La literatura exige en el lector una condición moral más que intelectual: una apertura y ausencia de prejuicios.

–Su Kafka recuerda que debemos ser felices, algo que se olvida a menudo…

–Más ahora que la crisis económica quiere ser también moral. Ahora, además de pobres, nos quieren tristes e incultos. Es perverso y siniestro. Un clásico de bolsillo como Anna Karenina cuesta ocho euros y te reporta ocio para tres meses.