Ante el evidente freno del coleccionismo español, tanto público como privado, los galeristas mallorquines ponen la mirada en el mercado extranjero. “Hay que ser lo más internacional posible”, afirma Xavier Fiol. Y quizá más que nunca, pero esto no es una novedad: algunos marchantes isleños llevan años posicionándose en el extranjero, así que la crisis no afecta a todos por igual. Todo depende del modelo que desarrolle o haya desarrollado el galerista en cuestión.
Como ha quedado patente esta misma semana con el cierre de la sala Joan Guaita, quienes trabajan tal y como se hacía en los años ochenta y noventa sin dar pasos distintos hacia otra dirección tienen más complicada la supervivencia. Para Alejandra Bordoy de ABA Art, “las galerías en general están sufriendo la misma erosión que los comercios únicos de Palma. Todo lo que no es una gran superficie de una gran cadena sufre”. Desde hace casi una década, la marchante trabaja con artistas emergentes “siempre de alta calidad”. “Con la crisis hay que afinar más el filtro. Mi hermana y yo pasamos muchas horas seleccionando a los mejores”, apunta. Fiol también cree que las propuestas deben estar hechas con más criterio que nunca, y que “hay que buscar fórmulas nuevas para comunicarlas y enseñarlas”.
Por tanto, Bordoy estima que para ampliar el impacto de las galerías en la sociedad “hay que hacer mejores exposiciones en lugar de calendarlas tanto. No es obligatorio inaugurar cada dos meses. Eso de exponer por exponer y sacar cuadros del artista de turno de la despensa se ha acabado”, observa. Del mismo parecer es Eva Shakouri de La Caja Blanca, quien cada vez va restando más importancia a la galería física. “La galería entendida como tienda de arte tiene los días contados. Abrir y esperar a que entren los clientes ya no funciona. Nuestro trabajo se ha complicado, como el mercado”, considera.
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