Sin sucesor de su legado a la vista, estaba claro que a Joan Guaita la galería no le iba a sobrevivir. ¿Para qué aguantar más cuando uno “ha tocado techo”? Un maravilloso techo, por cierto. Este espacio blanco de la calle Can Verí, con las paredes ya desnudas y a pocas horas del cierre definitivo, ha sido durante 23 años -abrió en 1988- centro y cumbre de buena parte del arte contemporáneo que se ha mostrado en Ciutat. En esta sala han expuesto Dennis Oppenheim, Jesús Soto, Betty Gold, Francesc Nadal, Hugo Zapata, José Dámaso, Luis Efe Velez, Martín Mas, Rafel Mahdavi o Milton Becerra. El motor de explosión del lugar es un hombre elegante, impresionable, autodidacta y de espíritu humanista que aún cree fehacientemente en máximas como ésta: “La belleza con mayúsculas salvará el mundo”. Guaita es un esteta. Y no de fachada. Sólo alguien comprometido de verdad con el arte dice y piensa, sobre todo piensa, cosas así.

Si el galerista mallorquín -que descubrió la fiebre del coleccionismo gracias a Bartolomé March- disparó anteayer las alarmas tras emitir un breve comunicado donde anunciaba el cierre de la galería, ayer apaciguó los ánimos con una hilada de motivos sobre el cese de la actividad del centro artístico, “que siempre ha sido más que una tienda”. Motivos sobre todo conectados con el cambio que está sufriendo el modelo de negocio de los espacios expositivos del mundo entero. El hasta ahora marchante opina que la galería, tal y como la conocemos actualmente, está obsoleta como lugar de conexión entre el coleccionista y el artista. “El paradigma de galería de los años ochenta y noventa ha caducado: eso de programar una exposición tras otra ya no funciona, o a mí ya no me funciona. Hay que reinventarse”, manifiesta. Así las cosas, Guaita, instalado ya en los sesenta años, ha decidido retirarse de la cotidianidad de las galerías. “Creo que he alcanzado un techo con mi trabajo, además algunos de los artistas que he estado representando ya han desaparecido también, y yo también lo hago con ellos”, continúa. La economía, qué duda cabe, también ha influido en el cierre. “Desde 2007 ha ido descendiendo progresivamente el volumen de negocio. El arte es muy sensible a toda la situación actual”, apunta. En este sentido, señaló que la irrupción de las nuevas tecnologías e internet se ha convertido también en una gran competencia de la galería física. “Vivimos un cambio social enorme, los últimos setenta años han acabado ahora”, señala.

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