Antoni Dionís Bennàssar llevaba la pintura en las venas. A su padre Dionís ya "le bailaban los colores en la cabeza", decía Camilo José Cela. Su galería, aquella que otrora montara con Tòfol Borràs, echa el cierre definitivamente porque toca jubilarse. La sala de Pollença echa el cierre este mes de septiembre después de 34 años en funcionamiento. La despedida la rubrican varios artistas, entre ellos Joan Riera Ferrari, que inaugura hoy a partir de las 20 horas.

El artista (Manacor, 1942) ha centrado todos sus esfuerzos en las rocas milenarias de la isla, pintada a pinceladas gruesas, pura materia. "Siempre aparecen vistas desde el mar. Las conozco muy bien, porque hace muchos años que navego y las vengo estudiando", explica. Tanto es así que el óxido y los salitres que van haciendo mella en los peñascos insulares tienen su referente en los cuadros de Penya-segat, título de la exposición. Pese al realismo de la veintena de piezas presentadas en distintos formatos, el resultado final no deja de ser interpretativo. "No me interesa copiar la realidad, en el fondo mis cuadros son también paisajes interiores", argumenta. No en vano, para Riera Ferrari la roca no deja de ser una frontera entre su propio yo y Mallorca, o incluso el elemento que mantiene aislada a la isla del resto del mundo. De ahí el "dramatismo" de este accidente natural captado por el manacorí. Blancos, negros y ocres inundan las telas abruptas. El artista vuelve a aplicar a estos lienzos figurativos una técnica pictórica más propia de la pintura abstracta y conceptual (el brochazo o pincelada gruesa), "un modo de proceder del que soy pionero", indica. Por eso el resultado final no deja de ser muy personal. La muestra estará abierta al público hasta el próximo día 15.