­­—¿Cómo es un día de verano cualquiera en Deià?

—Para mí es sencillo. Me levanto, espero a que sean las 9.30, que es cuando voy al pueblo a comprar los periódicos, y desayuno. Luego leo hasta el mediodía y voy tomando notas. Más tarde cogemos [con su mujer Concha Villalba] el coche, vamos a Sóller y sacamos la barquita y volvemos tarde. Y de momento parece que cada día tenemos cena con amigos.

—¿Qué prefiere leer en verano: novela o ensayo político?

—Ahora estoy con Penser la crise, de Elie Cohen, un economista y periodista francés. Estoy leyendo mucho sobre la crisis este verano. Tony Judt, por ejemplo. No he leído su famoso Algo va mal, pero sí la autobiografía El refugio de la memoria, que la escribió cuando ya estaba enfermo. Es un libro emocionante.

—Judt creía que es necesario volver a la socialdemocracia. ¿Usted qué piensa?

—Eso es más o menos lo que pienso. Pero precisaré un poco. Judt lo que decía es que en estos últimos tiempos de neoliberalismo neoconservador se ha ido produciendo un mecanismo de redistribución de la renta distinto del que teníamos. Los más ricos obtienen progresivamente una parte más grande de todos esos beneficios que se producen cada año. Hasta el punto que esto rompe el contrato social con el que el capitalismo de posguerra aportó tanto progreso. Eso es lo que dice Judt y a grandes rasgos es lo que yo pienso.

—¿Cómo puede recuperarse ese contrato social?

—Mira, antes el estado cumplía el contrato proporcionando un servicio y ofreciendo protección a los ciudadanos en caso de problemas económicos. Pero ahora el estado es incapaz de dar respuesta a los problemas. El estado es impotente porque los problemas ahora son globales. Y por eso sólo se le puede dar a ello una respuesta y una solución globales. Pero esto lo digo yo, no Tony Judt. Creo que la verdadera solución a la crisis en España, Italia o Portugal, es europea. Pero también para los alemanes es así. Si no estuviera el euro, éstos, que han deprimido su demanda interna y por eso exportan tanto, tendrían un marco alemán que valdría tres dólares. Y no podrían exportar porque su moneda sería demasiado cara. Pero los alemanes, en lugar de agredecer que todos tengamos el euro que tanto les beneficia, andan imponiendo condiciones al resto.

—En época de crisis, ¿los ricos deben arrimar el hombro? Ahora pienso en el impuesto de Francia.

—Esto es un problema en EE UU, donde se ha instalado la idea falsa de que poner impuestos a los ricos es perjudicar el crecimiento económico de todos. Y eso es mentira. Si lees a Judt, verás que ha habido un proceso en EE UU, en Inglaterra con Tatcher y después aquí, en el que el peso de los salarios sobre el producto interior bruto ha caído y el de los beneficios ha subido. Esto ha sucedido por la burbuja financiera dando hipotecas a todo el mundo por encima del valor de la casa, etc. Esto se puede disimular durante un tiempo, pero el problema es que con esta nueva distribución de la renta no se genera suficiente demanda a medio plazo, y éste es un problema real que no se discute demasiado. Economistas como Krugman o Stiglitz lo dicen, pero el resto de economistas, sobre todo a los que Krugman llama los de "agua dulce", los de Chicago, se dedican a denigrarlos. Yo siempre he sido keynesiano en este sentido: una solución que no tenga en cuenta equilibrar la demanda interna en la cuestión del crecimiento económico no funcionará.

[El fotógrafo se despide y Serra pide que le saquemos bien en la foto]

—No se preocupe. Hacía tiempo que no le veía en los medios y la verdad es que está muy bien.

—Pues quizá es por eso que estoy muy bien. Hago cosas que me interesan mucho y en cambio tengo mucha más tranquilidad que antes. Y no paro. Pero, claro, hago más lo que me interesa. La política es tan absorbente que te acaba adelganzando cultural e intelectualmente. Entonces, de vez en cuando tienes que recuperar unos periodos de leer, de pensar y de estudiar.

—¿Es de mala educación que un político retirado hable de política?

—No. Pero si quieres vivir tranquilo es mejor no hacerlo. Pero no es de mala educación. De política siempre se puede hablar desde la buena o desde la mala educación, tanto si estás en activo como si no. Pero creo que son momentos complicados y los que hemos tenido responsabilidades podemos hablar con los políticos, pero más vale que sea privadamente, sin querer estar en el debate público. Yo intento hacer esto.

—Como habitual del Festival Chopin, ¿cómo valora la edición de este año?

—Los domingos por la noche siempre voy a los conciertos de Valldemossa. Este año, precisamente, los tres conciertos han sido entre ellos muy diferentes y de un alto nivel. Es un ciclo de conciertos muy serio y muy bueno.

—¿Hacia dónde deberían evolucionar los festivales de música clásica?

—Creo que lo que sí es bueno es que cada festival encuentre su lugar y tenga personalidad propia. Valldemossa lo tiene: es piano y Chopin, a pesar de que este año hemos escuchado mucho Liszt. Eso le da personalidad al ciclo. No sé, no conozco muchos. Pero el de Torroella de Montgrí, por ejemplo, tiene personalidad. Lucerna tiene un festival maravilloso con Claudio Abado, y este verano he ido a dos o tres conciertos de un festival menos conocido en Verbier (Suiza). He escuchado dos conciertos de la violinista Anne-Sophie Mutter fabulosos, al chelista Maisky o a la pianista Martha Argerich.

—Los recortes están afectando de manera importante al sector cultural. ¿Está justificado que sea así?

—Es evidente que tenemos que reducir el nivel de gasto público porque nos habíamos acostumbrado a un ritmo que quizá no es el que podemos sostener regularmente. Ahora, si tenemos que recortar, lo último que se debe tocar son la Sanidad y la Educación. Y sobre todo lo demás, salvemos lo que podamos. Pero lo que hemos de preservar es la Sanidad y la Educación, los dos pilares de convivencia y de contrato social que caracterizan a nuestra sociedad. Yo presido el Museu d´Art Nacional de Catalunya (MNAC) y hemos tenido recortes importantes. Eso también nos ha llevado a que nos movamos más, a que pensemos más en políticas de alquiler de nuestros locales, a buscar más ingresos por nuestra cuenta y a ahorrar dinero.

—Culé, ¿qué opinión le merece Mourinho?

—Confieso que tengo una capacidad muy limitada para entender el fenómeno Mourinho. Yo creía que eso de meter el dedo dentro del ojo al otro era siempre en lenguaje figurado. Pero eso de hacerlo en realidad, soy incapaz de digerirlo. Pero bueno. Este año he cambiado horarios de trabajo y de cenas para poder ver algunos partidos importantes. Cosa que no he hecho jamás en la vida. Y he disfrutado muchísimo.

—¿Qué institución tiene más influencia en Cataluña: la Generalitat o Can Barça?

—La Generalitat. Es un fenómeno a estudiar. Una institución totalmente olvidada durante el franquismo. Pero fue volver el president del exilio y los catalanes se la hicieron suya en cinco minutos. Una cosa es tener la fuerza y el poder, y la otra es crear las bases. Tú puedes tener mucho poder, pero uno se da cuenta de que necesita legitimidad para crear estructuras estables. La Generalitat la tiene. Se necesita legitimidad, incluso, para ganar una guerra. Y si no piensa en el fracaso de EE UU en Irak o Afganistán. Quieren tener poder y fuerza, pero les ha faltado legitimidad.

—¿Ganará las elecciones un candidato que sea muy de Mourinho [Rubalcaba lo es]?

—No quiero pensar en todo eso. Ahora estoy de vacaciones. Ya me preocuparé de todo ello el mes de septiembre.