Newsha Tavakolian, artista y fotoperiodista, empezó con 16 años (ahora tiene 30) en la revista feminista iraní ´Zan´ y desde entonces no ha parado de colaborar con medios internacionales como ´The New York Times´, ´Le Monde´ o ´National Geographic´ cubriendo conflictos en Oriente Medio. Tras presentar el proyecto ´Listen´ en La Caja Blanca, ayer ofreció una conferencia en Es Baluard

—¿Cómo le sienta el burka?

—Jamás me he puesto uno. Pero voy mucho a Arabia Saudí, donde hay que llevar una cosa parecida que se llama niqab. Con esa prenda casi no puedo respirar. Con nueve años, en el colegio, tuve que ponerme un chador durante una ceremonia tradicional iraní en la que se celebra que ya eres mujer y no una niña. Una ceremonia que supone un antes y un después porque a partir de ella tienes que rezar tres veces al día y ya no puedes darle la mano a un hombre.

—¿Libertad para el burka en Occidente?

—Respeto mucho a la gente que quiere llevarlo. No lo juzgo, porque siempre he vivido rodeada de gente que ha querido llevarlo. Comprendo, incluso, que haya mujeres que se sientan inseguras y desnudas al quitárselo. Mi tía, que es catedrática de Biología en Teherán y que estudió en EE UU, siempre lleva shador. Si no lo lleva, se siente rara. En Irán el velo lleva muchos años sin verse como algo tradicional, muchas mujeres lo actualizan y lo convierten en algo moderno. Llevan lo justo para cumplir la ley. En los espacios privados son pocas las que se lo ponen.

—¿Es el velo un signo de personalidad?

—Sin duda. La personalidad iraní es en parte antisistema. Va desafiando las reglas sin transgredir del todo la ley Sharia. Según el color o la tela del velo de la mujer, identificas inmediatamente su posición ideológica frente a la política o la religión, así como su posición social. El velo es un código muy rico a través del cual se expresan las mujeres iraníes.

—¿Cómo le obliga a trabajar la censura de las autoridades?

—Trabajo con mis fotos sin romper las reglas. Como quiero quedarme en mi país, el mío es un discurso en el que hay muchas capas de significado. Superficialmente cumple las normas, pero uso maneras de analizar la sociedad que ya no siguen tan a rajatabla la ley. El mejor arte sale de la censura porque te obliga a buscar nuevos lenguajes.

—En Occidente conocemos sobre todo a Kiarostami o a Marjane Satrapi, que trabaja fuera. ¿A qué nuevos lenguajes se refiere?

—Te pondré el ejemplo del cine iraní, las maneras de mostrar el sexo y el amor. En Irán hay determinadas cosas que no se pueden mostrar. Allí si dices "te quiero" debe ser sin pasión. El ministerio de Cultura tiene todo un libro de estilo al respecto. Y revisa todas las películas. Para mostrar determinadas cosas hay que hacerlo con subterfugios.

—En su proyecto Listen, precisamente lo que no se puede hacer es escuchar. ¿Por qué?

—Me tuve que autocensurar para no saltarme la ley. En este proyecto de mujeres cantantes [en Irán está prohibido que las mujeres canten en solitario en público], la instalación original contaba con cantantes iraníes fantásticas de rap, ópera, pop o música tradicional. Conjugaba imagen y sonido. Pero tuve que eliminar este segundo elemento con las prohibiciones, lo cual provoca inmediatamente en el espectador una sensación de frustración, porque quieres oír y no puedes.

—¿No hubiera sido más valiente dejar el sonido?

—No. En mi país hay un espíritu oportunista entre muchos artistas. Mucha gente sin talento hace determinadas cosas para retar a las autoridades y así conseguir notoriedad en poco tiempo. Yo no pienso hacer así las cosas. Si eres válido, es importante que se te respete dentro del país. Yo no quiero que me exilien de manera obligatoria. Quiero trabajar desde dentro.

—¿Podría pasarle algo si las autoridades censoras leyeran esta entrevista?

—No me preocupa. Además, en ningún momento opino sobre las autoridades porque no soy política. Sólo mi círculo de amigos más cercano conoce mi postura ideológica. Para ser buena fotorreportera no tengo que tener un sesgo político, sino que mi trabajo es documentar. Cuando en Irán hubo la Revuelta Verde [junio de 2009], yo sólo quería archivar las fotos. Durante ella, hubo un momento en que se nos prohibió a todos los reporteros, sobre todo los que trabajábamos para medios internacionales, salir a la calle con una cámara. Fue entonces cuando decidí dedicarme también a la fotografía artística. Si me quitaban la nariz, tenía que empezar a respirar por la boca.

—¿Por qué fijó su atención en las mujeres cantantes de Irán?

—Siempre he querido ser cantante. Me gustaba mucho Googoosh, una artista iraní que cantaba a caballo entre la música tradicional y el pop. Antes de la Revolución, ella era la diva del país. Cuando entró Jomeini y se prohibió a las mujeres cantar en público, ella se negó a irse. Durante 25 años, fue la diva en silencio de Irán. Luego reapareció en Canadá en un macroconcierto.

—Tras el caso de Breivik, el asesino de Noruega, ¿cree que se hace patente que Europa ha atendido más al terrorismo islamista que a los grupos fanáticos de extrema derecha?

—Hace cinco años me casé con un holandés [Thomas Erdbrink, el responsable de la corresponsalía del Washington Post en Teherán], y dos veces al año visitamos a su familia a Europa. La verdad es que en la calle no percibo hostilidad o preocupación hacia los árabes. Pero sucede un poco lo mismo que en Oriente Medio. Los radicales con una opinión extrema son los que salen en los medios, quienes terminan por ofrecer una visión distorsionada de lo que es la sociedad. Por otra parte, que este noruego sea un terrorista, no significa que todos los fundamentalistas católicos lo sean. Algo que a veces no se aplica a los musulmanes. Lo que sí veo es una diferencia a la hora de usar los términos. Sobre Breivik se dice que está loco, no que sea un fundamentalista.

—¿En Irán hay tabloides?

—No. Piensa que si este tipo de prensa existiera estarías condenando a muerte a la gente. El adulterio o la promiscuidad son delitos. Pero la gente sí cotillea mucho por detrás.

—¿Se imagina para qué puede servir un ministerio de Igualdad?

—Sí. Desearía que existiera uno en Irán. Sé que en España también tenéis problemas con la violencia de género. En Irán es un tema muy serio, porque las mujeres no tienen ningún tipo de independencia económica. El primer consejo que le doy a una mujer es: intenta ser independiente, edúcate, estudia y busca un trabajo. En Irán hay tradición de que cuando un chico conoce a una chica y llevan cinco días saliendo, él ya le hace regalos muy caros. Lo cual provoca en ella un reparo a la hora de dar su opinión real de las cosas, porque se siente en deuda con él. La sharmande [esta suerte de deuda servil] es una institución moral en Irán.

—¿Cómo anda actualmente de popularidad Ahmadineyad?

—Tiene seguidores, sobre todo en las zonas rurales. Pero es cierto que desde las elecciones [en junio de 2009] ha bajado mucho. La gente de los pueblos si consigue dinero gracias al presidente le vota. Mientras cobre le apoyará. Pero la cosa ahora ha cambiado, anda revuelta. Los subsidios han sido eliminados de golpe. Hasta ahora el petróleo y la electricidad estaba subvencionada al 80%, de tal manera que se daba la situación de que la gasolina estaba más barata que el agua corriente. Por un lado está bien, porque la gente malgastaba. Pero la brecha entre ricos y pobres está creciendo. Los pobres ya casi sólo pueden sobrevivir. [Eva Shakouri de La Caja Blanca aclara que como compensación a la retirada de estos subsidios indirectos, el gobierno entrega una partida directa a cada ciudadano, pero con la condición de que éstos se den de alta en una base de datos. Si algún hijo sale a la calle a protestar y es detenido, a la familia se le retira la ayuda directamente. Es comunismo islámico, en contraposición al capitalismo extremo que a veces se puede ver en Teherán, explica].

—¿Cómo puede afectar a las próximas elecciones la muerte de Osama Bin Laden?

—Poco. Los iraníes en general pasaban bastante de él.

—¿Ha tenido alguna vez problemas con las autoridades?

—Sí, en dos ocasiones. La primera fue por una foto que hice en la que aparece la piscina de una casa y una joven en bikini. Tras la piscina hay un enorme muro y a lo lejos se ve Teherán. Mostraba cómo es la vida en Irán en la intimidad. Eso me costó que me retiraran la cámara durante año y medio y mi carné de periodista. La otra vez fue con otro proyecto fotográfico con el que quise contestar a Bush cuando habló de su famoso eje del mal. Tomé imágenes de mujeres iraníes durante su vida cotidiana, corriendo, comprando... Fue todo con ironía, pero las autoridades no supieron verla. Yo me encaraba a Bush y ellos ni se dieron cuenta.

—¿Tiene miedo a la cárcel?

—No. Sé que estoy expuesta a ella. Hace cinco días las autoridades han arrestado a una chica [es la quinta, apunta] que quería salir del país para hacer un trabajo en el exterior. Es una directora de cine conocida. Con las celebridades no pasa nada, las sueltan a las tres semanas. Pero siembran el terror en la sociedad. Lo que me preocupan son los estudiantes de la Revolución Verde. Los que fueron arrestados aún siguen desaparecidos. Y continúan deteniendo a gente. Es horrible.