La casa de las fotografías no es nueva. La terminó Álvaro Siza (Matosinhos, 1933) en 2007 para Lorenzo Fluxá, fundador de Camper. Sin embargo, la construcción de línea zigzagueante ubicada en Formentor ha sido escogida por el último Pritzker Souto de Moura para abrir una serie de monográficos sobre viviendas. Casa en Mallorca es el título del primer número de One (Uno), la colección de volúmenes con los que se pretende recuperar el alma de las publicaciones clásicas de arquitectura: forma de cuaderno con el lomo a la vista y con los alzados y dibujos del proyecto. Casi un libro de artista.

El valor de las fotografías merecería un capítulo aparte dado el protagonismo de las realizadas por Juan Rodríguez, propietario de Labirinto de Paixons, sello editor de la colección, financiada por Jofebar, una empresa de fabricantes de ventanas. Rodríguez tomó instantáneas de todos los rincones de la casa en septiembre de 2010. Y el diseño de todo el material ha corrido a cargo de António Queirós.

Souta de Moura explica en la introducción que su intención fue crear esta suerte de catálogos de arquitectura "para poder ser consultados por un público general, al que le van a gustar las fotografías de Rodríguez, y por arquitectos y estudiantes que podrán encontrar soluciones para algunos de sus problemas". Así las cosas, para el Nobel de Arquitectura, la casa de Siza en Mallorca es un modelo a seguir, tanto ética como estéticamente.

El libro se pondrá a la venta en pocas semanas. Y podrá encontrarse por 25 euros en librerías especializadas en arte y arquitectura. "Queremos que cualquiera pueda acceder a él. Nuestra idea es poder reeditarlo", explicó Rodríguez a este periódico.

Siza, Pritzker en 1992, explica que la casa que realizó "para una familia de Mallorca que ama Mallorca y el mundo y la vida" –los Fluxá– ocupa un terreno de fuerte pendiente de 3.587 metros cuadrados, entre la calle y el mar. Y que buscó con el proyecto ajustarse a un programa de vida familiar y de antigua presencia en la isla. Asimismo, intentó que la relación con el paisaje se hiciera evidente. "Nada más difícil que descubrir lo evidente", apunta a este respecto el portugués, quien reconoce que el proyecto fue un reto y un desafío para su propio ego. Así las cosas, inspirado en los paisajes rocosos circundantes, la edificación obedece a una composición volumétrica fragmentada en tres grandes bloques. Cada uno de ellos se integra en la topografía existente por medio de una plataforma de 22 metros, y se comunican entre sí por medio de pasajes irregulares. Pese a ello, la imponente presencia escultórica de volúmenes fragmentados de líneas rectas no deja a nadie indiferente en una zona virgen.

La construcción de Formentor es una casa blanca de verano en un bosque inmenso de pinos frente al mar. Su desarrollo es en tres plantas: sótano y dos habitables. De las habitables, la planta en la cota superior dispone de accesos independientes a las cinco áreas de dormitorio. La planta inferior las conecta y da lugar a los espacios comunes (sala, comedor, cocina) y a los accesos a las azoteas y al terreno no construido.

En total, la casa tiene una superficie construida de 560 metros cuadrados. Los interiores (dormitorio y cocina incluidos) aparecen también en el volumen. Es curioso que al salón se le hayan negado las vistas al mar, abriéndose reservadamente a un pequeño e íntimo patio, siendo todas las demás estancias las que tienen visuales abiertas hacia el mar.

Por último, llama la atención la poligonal zigzagueante de la cornisa de la cubierta plana ajardinada.

Este proyecto en Mallorca de Siza (se construyó entre 2004 y 2007), quien fue apeado del concurso del edificio del Palacio de Congresos, apareció publicado en el volumen que en 2007 la editorial Gustavo Gili dedicó al creador del Centro Galego de Arte Contemporánea en Santiago de Compostela.

El último texto de Casa en Mallorca lo firma el arquitecto Josep Quetglas, quien, entre el ensayo y la ficción, narra una situación acaecida en cada una de las doce estancias de la casa. En la primera de ellas aparece Le Corbusier, quien curiosamente estuvo en Formentor en 1932, paraíso en el que jamás construyó.