La historia nunca puede darse por cerrada. Se actualiza, como los ordenadores. Y se reescribe. El profesor asturiano Javier González Santos ha ganado una página de la historia de Mallorca a partir del estudio del tercer y último volumen de los diarios de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744-1811), incluidos en el tomo VIII de las Obras completas (KRK Ediciones) del intelectual y político ilustrado, que estuvo confinado en el Castell de Bellver entre 1802 y 1808. En el resumen de resúmenes, González, discípulo del jovellanista José Miguel Caso, ha conseguido identificar a muchísimos de los personajes que visitaban asiduamente al intelectual en Bellver, así como localizar en el mapa de manera exacta los lugares que frecuentaba. Tal labor ha sido posible gracias a la colaboración del investigador y colaborador de este diario Jaume Llabrés, la historiadora Aina Pascual y el fotógrafo Donald G. Murray.

La primera idea que destierra González es que el Castell fuera un lugar de sufrimiento para el ilustrado ("los primeros meses fueron un poco duros por la incomunicación", asegura). Fue más bien lo contrario: "Bellver fue una atracción para la aristocracia mallorquina". La familia Sureda, los Vivot, Tomás de Verí, la familia del marqués de la Romana (sobre todo la marquesa), el marqués de Palmer... La "flor y nata" de la época iba a verle noche y día al fortín de Ciutat. Fiestas, meriendas, tertulias. ¿De qué hablaban? "No lo sabemos porque en el diario nunca se especifican los temas de conversación. Pero seguro que hablaban de política y literatura. Por otra parte, todas estas personas eran liberales, formaban parte de la aristocracia progresista de la isla, tenían inquietudes artísticas y sociales y estaban vinculados a la Sociedad Económica de Amigos del País", apunta Llabrés. Pese a tener en su "apartamento" de Bellver –"nunca fue una mazmorra"– un grabado del cardenal Despuig, éste nunca fue a visitarle a la fortaleza. Las razones más probables: su amistad con Godoy, primer ministro y persona de confianza de Carlos IV, quien ordenó la detención de Jovellanos. Cuestión de intrigas palatinas. Otros nombres que aparecen en el diario –escrito por el secretario de Jovellanos a tenor de los dictados de su jefe–, telegráfico y con topónimos mal escritos, son: el capitán general Ramón Despuig y Zaforteza o Cecilia Borrás y Feliu. Todos estos personajes que desfilaron por Bellver, continúa Llabrés, también estaban ligados al Consolat de la Mar, un gran foco de la ilustración mallorquina.

Las anotaciones del profesor González, también investigador titular de Instituto Feijoo de Estudios del siglo XVIII, y de María Teresa Caso, doctora en Filología por la Universidad de Oviedo, más extensas que el propio dietario, también refieren todos aquellos lugares que frecuentó y visitó el político. Antes de recalar en Bellver, estuvo con los monjes en la Cartoixa, "que le trataron muy bien y con quienes mantuvo amistad después, porque cuando fue liberado estuvo en la posada que éstos poseían en la calle Portella de Palma recibiendo a mucha gente", explica Llabrés.

El fortín, cree el investigador mallorquín, pudo llegar a empeorar el estado de salud de Jovellanos, quien padecía reuma, cataratas "y terminó tísico". "La humedad y el frío del invierno provocó que muchos días ni se levantara de la cama", relata el investigador. Por esa razón, cuando llegaba el buen tiempo se iba a dar baños de mar a Cala Fornaris (antes los tomó en Son Calderet), una ensenada pegada a Marivent, y donde tenía alquilada una casita. El ilustrado paseaba por el Terreno, subía por Génova y bajaba por donde está ahora la Fundació Pilar i Joan Miró. Cuenta González en una nota que el asturiano llegó a interesarse por Son Boter, possessió que pensaba arrendar "para la próxima temporada". La misma que, siglo y medio más tarde, Joan Miró convertiría en taller de creación pictórica.