Génesis: "Eva termina de arreglarse en el lavabo del motel. Adán mira en silencio las maletas". Una pareja. Una huida. Por delante, una tierra enorme, tosca y salvaje por derecho propio: EEUU. Y las incógnitas de un amor que acaba de nacer. Éste es el umbral que el lector atraviesa antes de acometer las páginas de Eva en América, manuscrito por el que el poeta mallorquín Joan Payeras recibió el pasado diciembre el Premio de Poesía José Luis Hidalgo, convocado por el ayuntamiento de Torrelavega (Cantabria). Unos textos que acaban de ver la luz en la editorial Quálea.

La elección de una estética yanqui para el poemario está motivada en un viaje de veinte días por la tierra del tío Sam. Una travesía que el poeta emprendió en 2006 junto a su pareja, de nombre Eva. "Este paisaje era un marco que me permitía tratar el tema de unos enamorados que huyen, un pequeño hilo argumental que, además del tono, aporta unidad al volumen", explica Payeras, quien buscaba el paralelismo entre el comienzo de un viaje en común y el principio de una relación de pareja con el peligro y la esperanza que ello comporta.

En la antesala del primer poema, dos citas de Thomas Wolfe que dan cuenta de las temáticas del poemario. La amorosa: "En aquel momento, Eugene se volvió y la vio". Y la paisajística: "La llanura y la montaña y la hondonada y la colina y el valle, el bosque y el río y el puente y el atajo y la orilla...". Una naturaleza que, en efecto, también afecta al estado de ánimo de los personajes protagonistas del poemario. El sol rojo de Arizona, mucha carretera, habitaciones prestadas de motel, Death Valley. Todo tópico, pero funciona. Como la canción más sencilla de folk americano.

Payeras se sintió chiquito ante la inmensidad estadounidense, "donde todo es primigenio y en el que parece que hay menos civilización". Un impacto motivado por el tamaño reducido de Mallorca, "donde todo se ve más pequeño".

Cerrando el capítulo del paisaje, la música es el hilo invisible que cose muchos de estos versos. Los cruzan Bob Dylan, Tom Fogerty o Leonard Cohen, homenajeado en el poema Al amante, encabezado por una estrofa que el canadiense firma en El libro del anhelo. Tanto este poeta como Joan Margarit o John Ashbery son los modelos de poesía amorosa para Payeras. "Lo más difícil es no caer en la cursilería", consigna. Él lo consigue haciendo equilibrios entre una poética medianamente comprensible para el lector y un lenguaje exigente.

Colaborador en varias publicaciones literarias y con cuatro poemarios bajo el brazo, advierte que presentarse a galardones, como él ha hecho ya en algunas ocasiones, le sirve para publicar sus textos. "Aspirar a estos premios es un modo también de terminar y cerrar los poemas", apunta. Y en el fondo un modo de vencer la timidez. En el horizonte, además de escribir poesía, está el anhelo de forjar una novela. Los norteamericanos vuelven a ser su modelos: Philip Roth o Scott Fitzgerald, el maestro del diálogo, están en su nómina de imprescindibles.