14,30 horas del 11 de julio de 1900. Todo está listo en la sala 6 del hotel Drouot de París. Se anuncia la subasta de antiguas pinturas de los siglos XV al XVIII y de mármoles de la época romana. En total, 54 lienzos y 16 esculturas antiguas. Ocupando algunos de los asientos de las primeras filas, el comisario Paul Chevallier, los señores Féral -padre e hijos-, y el señor Feuardent. A la almoneda también acude Carl Jacobsen, el fundador de las cervezas Carlsberg, y otros coleccionistas. Minutos después, 13,88 millones de euros de ingresos -41.265 francos franceses de la época- que supusieron el final de la colección Despuig como tal. Adiós a los años esplendorosos de Raixa.

La historia es verídica y aún duele a los amantes del arte y defensores del patrimonio cultural de la isla. Aún no se entiende cómo las instituciones baleares permitieron que de Mallorca partieran hacía París y otros lugares de Europa una de las colecciones de arte más importantes que se albergaban en la finca de Raixa. "Fue algo vergonzoso, indigno", explica Pere Morey, escritor y presidente de la Associació Amics del Museu de Mallorca. Él, junto a otros miembros de la entidad, viajarán la semana que viene hasta Copenhague para visitar la Glyptotek, el museo que alberga la gran mayoría de las piezas que pertenecieron a Antoni Despuig Dameto (Palma, 1795), el noveno hijo de los condes de Montenegro y de Montoro.

Fue uno de los herederos del religioso mallorquín quién decidió sacar a la venta buena parte del patrimonio que albergaba la possessió mallorquina. Ramon Despuig Fortuny, el último conde propietario de la finca, necesitaba dinero para agasajar a su amante parisina. Era finales del siglo XIX. "Tenía una querida muy caprichosa y cuando se le acabó el efectivo empezó a malvender los fondos de Raixa. Primero salían las piezas de una en una pero después la venta se organizó en bloque", cuenta Morey. Y así fue cómo se dilapidó el trabajo de coleccionismo y de adquisición de escultura que durante años hizo Despuig.

Solo la Societat Arqueològica Lul·liana dio la voz de alarma. Hace suya Morey una de las frases que escribió Estanislau de K. Aguiló en abril de 1898 para explicar lo que estaba ocurriendo dentro -y fuera- de la possessió. "Lo que se´n duyt, y probablement deu esser lo mes escullit i de major merit, perdut está per á sempre". La suerte quiso que Carl Jacobsen, el máximo comprador de la colección, decidiese donar parte de las pinturas y de los bustos a su museo en la capital danesa. Y por eso hoy es posible aún admirar el conjunto artístico que un día iluminaron las salas de la finca mallorquina.

Los miembros de Amics del Museu de Mallorca recorrerán la Glyptotek el próximo fin de semana de la mano de una de las comisarias del centro que les mostrará, entre otros, el relieve de Egipto, una cabeza de bronce arcaica y otras tantas antigüedades romanas que formaron parte de esta "magnífica" colección. "Al menos sabemos que están bien conservadas pero es una lástima que no estén aquí, donde deberían. Si pudiésemos, las traeríamos con nosotros de vuelta".