Sin límites

Estados Unidos, 105 min.

De Neil Burger. Int. Bradley Cooper, Robert de Niro, Abbie Cornish. Cines: Augusta, Ocimax, Porto Pi Terrazas, Cinesa Festival Park, Multicines Manacor.

esacertados tempos. Si en años anteriores se acentuaron los futurismos tremendistas (A ciegas, La carretera), justo cuando Fukushima nos hace temblar de verdad, Hollywood vuelve a los futurismos más amables (Origen, Destino Oculto). La historia de Sin límites entra en el espinoso tema de las drogas de diseño arrumbándolo hacia un soma hiperactivo y el milenario cuento del rey por un día. Un escritor en crisis (Cooper) coincide con un excuñado camello que le ofrece un novedoso y alegal estimulante que le permite acceder al ochenta por ciento de capacidad intelectual que supuestamente no aprovechamos. Se apunta rápidamente al gremio financiero, despertando enseguida el interés de un pez gordísimo del sector (De Niro) y un mafioso eslavo. Cuando el suministro mengua aparecen los velados efectos secundarios.

El arranque del filme es espectacular, y el director Neil Burger juega con cámara, ritmo y montaje para hacernos sentir algo similar al protagonista. Cuando cruza Wall Street pasa a un campo más trillado. El personaje de De Niro está más cerca de Warren Buffet o George Soros que de Gordon Gekko, pero no deja de ser un usurero refinado. La trama de los matones es vulgar serie B. Bradley Cooper confirma que está capacitado para protagonismos absolutos; incierto si dará el salto a aspirante a Oscar. Y la cuota femenina (la bellísima Abbie Cornish) vuelve ser decorativa e irrelevante. Sin límites confirma que la humanidad, o al menos los creadores de esta película, permanece anclada al veinte por ciento de nuestro cerebro. Y aún así es más entretenida e inteligente que el ochenta por ciento del cine de acción de Hollywood actual.