En ocasiones el arte comparte escenarios, recuerdos y vínculos. Jorge Mayet reúne todos estos elementos en un mismo espacio: su taller, un laboratorio continuo de experimentación creativa donde la familia se ha convertido en una pieza fundamental del engranaje plástico. Todos colaboran, modelan y hacen realidad su imaginario artístico. Es un trabajo "compartido" doblemente satisfactorio, comenta.

Mayet lleva el arte en la sangre, es algo innato en él y lo es todo. A los ocho años ya esculpía sin apenas conocer la técnica. Su abuelo fue el espejo donde se vio por primera vez como artista; fue su gran inspiración, una herencia que ahora traslada a los recuerdos de su isla natal: Cuba.

Jorge Mayet vive inmerso en una vorágine creativa, sobre todo desde que la prestigiosa colección Saatchi de Londres adquirió su obra. Le abrió las puertas del universo artístico internacional, en que ha entrado con fuerza. Apenas sin tiempo para pensar en otra cosa, Mayet y su equipo se hallan totalmente entregados a su creatividad, que plasma en escultura, un soporte que le permite expresarse en tres dimensiones, y que le "llena mucho más que la pintura" porque amplía el espectro visual con el espectador, aunque recientemente ha sentido la necesidad de pintar de nuevo, admite. "La pintura es más íntima", declara. "Posiblemente intentaré complementar las dos cosas", añade en relación a sus próximos proyectos.

Ha cautivado al público, tanto que en un solo año ha recorrido medio mundo para asistir a 12 ferias internacionales. Lleva 16 años ligado a la galería Horrach Moyà, sus mecenas y promotores. "Apostaron por mí y se arriesgaron", afirma agradecido. El calendario obliga a crear cuatro o cinco obras por exposición. No hay tiempo para el descanso. "En la parte creativa uno trabaja con libertad y con placer", dice. Las ideas fluyen constantemente en su cabeza y su equipo las interpreta a la perfección, afirma. Investigan y buscan los materiales adecuados para darles forma. Es un proyecto compartido. Y el efecto es asombroso.

Mayet mantiene en sus obras el carácter que otorgan los materiales nobles como el papel y el alambre. Sus piezas son el resultado de un minucioso y laborioso proceso creativo. Y aunque él es el rostro visible, detrás de cada obra se esconde la huella de una gran familia. Su hermano Maury Rodríguez Mayet también esculpe, un don que comparte con su cuñada Yanet Peraza, que cincela las piezas y con su madre, diseñadora de moda en Cuba, que se dedica a "las partes más delicadas".

Camila y Ximena Yutronic, madre e hija, licenciada y profesora de pintura y escultura, y José Márquez, compañero de estudios, completan el árbol genealógico de la familia artística de Mayet. "Ellos me aportan el lado de la familia en relación a la parte afrocubana", indica.

En estos momentos se preparan para su próxima exposición en la feria de arte de Vigo y las internacionales de Hong Kong y Seúl, casi de forma paralela, a principios del mes de mayo. Presentará una serie escultórica que se mantiene fiel a sus principios; formas arbóreas que aluden a la cubanía; su religión, el paisaje, su modus vivendi y la familia. Estarán suspendidas, como la ceiba, (un árbol sagrado de Cuba) que pende del techo y que ya está terminada. De sus bulbos emergen plumas y cuerdas verdes y negras, que aluden a Oggun, dios de la santería cubana de la cacería y del monte. "Los hilos representan la fragilidad de la vida y las raíces a los cubanos". Con ella expresa el sentir mágico de las creencias del país, tan características de su obra.

Si bien, su equipo da forma ahora a su siguiente obra, un tiburón blanco que llevará en sus fauces un bohío (casa tradicional cubana), que simboliza el duro periplo de aquellos que salen de país recorriendo las 90 millas que le separan de EEUU. "Es el deseo de salir de una isla que está en una situación bastante crítica", indica.

Contacto con el público

Para Mayet lo importante es hacer accesible su arte. "No me da pena desprenderme de ellas, al contrario. Sería muy egoísta por mi parte", declara en relación a sus obras. Sencillo y humilde, se siente afortunado de su éxito en un momento como éste. "No vemos más que crisis. La llevamos en la mente". Para él, más que una recesión lo que el mundo está experimentando es un cambio pero aún no estamos en condiciones de verlo.

"Lo mismo está ocurriendo en el arte. Los artistas son más críticos, más conscientes de la necesidad de expresarse de una forma más sólida, están más implicados en sus propios criterios", explica Mayet que busca en el fondo de su alma el arte que transmite junto a su familia.