El punto de partida converge con el de llegada: Aviñón. Geografía invisible en las dos películas que Isaki Lacuesta acaba de rodar sobre Miquel Barceló, pero sin la cual nada hubiera sido lo mismo. O, simplemente, no hubiera sido.

Lacuesta partió a Mali con un guión: dar cuenta de una representación en Gogolí de la performance Pasodoble, que el pintor estrenó en 2006 junto al coreógrafo Josef Nadj en el festival de la ciudad francesa. El argumento de la cinta iba a ser enriquecido con un puñado de anotaciones sobre el artista y escritor francés François Augiéras (1925-1971), una especie de alter ego del mallorquín. Dos historias que finalmente no han convergido en una "porque las imágenes filmadas fueron tomando protagonismo propio, y, juntas, se hubieran diluido. El material daba para dos pelis", explica Lacuesta, "dos filmes que saldrán a la luz a lo largo de este año y cuyo estreno en Mallorca estoy negociando con las distribuidoras", afirma. Retomando Aviñón, la verdad es que hay más conexiones con esta ciudad. Las obras que Barceló ejecuta en el documental El cuaderno de barro –fue la época en la que dio con la técnica del desteñido con lejía para retratar a albinos– son las mismas que pudieron verse el verano pasado tanto en el Palais des Papes como en la Collection Lambert.

Barceló es Augiéras

"En la estela de las cintas de Buñuel o como en I´m Not There sobre Bob Dylan", en Los pasos dobles –la primera de las películas producidas por Tusitala que han nacido de su colaboración con el artista mallorquín– al protagonista, Fançois Augiéras, lo encarnan diferentes actores, entre ellos un bailarín negro de Mali ("Augiéras era blanco") o el propio Barceló, metido a actor. "El mallorquín está transfigurado, aparece como un pintor que con sus trazos va conduciendo el destino de algunos personajes", relata el director gerundense, quien decidió rodar una "película de aventuras" sobre el artista francés tras conocer una sugerente anécdota. "Miquel nos contó que en los sesenta, Augiéras se encontró un búnker militar en algún lugar entre Mali y Argelia. Lo pintó. Al cabo de unos años regresó, y vio que los militares habían rayado sus frescos con grafitis. Y volvió a pintar el búnker entero. Puso una roca en la puerta y dejó que la arena lo cubriera por completo. Entonces dijo: ´Confiaré en el ser humano del siglo XXI, que algún día volverá a encontrar mis cuadros". A por ellos fueron Lacuesta y Barceló en la película, "con toques de western", una metáfora también de la creación en Mali del francés y del mallorquín.

´El cuaderno de barro´

Es el título del documental clásico que explora el proceso de creación del felanitxer en Gogolí, donde tiene una casa y donde pasa temporadas desde hace 20 años. Allí prepara la representación de Pasodoble frente a una cueva. El público está en un campo de cebollas. "Me interesó mucho captar con la cámara cómo acogieron aquellos espectadores el show. Se reían muchísimo, mientras que nosotros, los europeos, nos ponemos más trascendentes y comparamos lo que hace x artista con Pollock u otros. Allí, en el País Dogón, las máscaras son sagradas y se hacen de manera oculta. Con aquella desacralización, los africanos se morían de risa hasta el final, cuando llega el momento del sacrificio. Ellos se pensaban que la cosa iba en serio", continúa. Pigmentos, termitas, lejía y también las relaciones de Barceló con sus amigos Amassagou y Amon están muy presentes en el metraje. "Amon hace también de actor en la película de ficción y nos hizo de productor de campo, ayudándonos con la logística y la supervivencia en el lugar", prosigue Lacuesta.

El equipo (medio europeo medio africano) filmó en el continente vecino de noviembre de 2009 a enero de 2010. Meses antes, en junio, cuando fueron a buscar localizaciones, "ya notábamos en la zona un ambiente tenso. El ministerio de Exteriores español empezaba a recomendar a la gente que no viajara a Mali. Mientras estábamos rodando allí, secuestraron a unos italianos. Hacía poco que tenían retenidos a los cooperantes catalanes", evoca Lacuesta. Sin embargo, el peligro no les impidió continuar. "Allí no tienes conciencia de todo eso. Aunque sí es cierto que al final acotamos muchos el lugar donde filmamos", asegura. Temperaturas extremas, acantilados, desierto e infecciones se cruzaron por la carretera.

Isa Campo, coguionista del proyecto, y Cendrine Lapuyade, directora de casting en África, fueron dos de sus colaboradoras más directas durante el rodaje. "Necesitábamos gente que se moviera bien para la película de aventuras, porque hay persecuciones y mucha acción. Y el casting que hicimos con los bailarines fue muy bien. Ya sabíamos que los africanos eran grandes contadores de historias. Y hemos comprobado que también se mueven genial", explica el cineasta, que mañana por la noche recibirá el Premio Eloy de la Iglesia en el Festival de Málaga.

El gerundense cree que ha conseguido filmar una película desprejuiciada, "donde no se note que los blancos graban a los negros". Una vuelta de tuerca más al universo Barceló.