Los huecos en las estanterías se hacen grandes y más grandes. Insondables. ¿Dónde han emigrado los libros y las revistas? A día de hoy las secciones de novedades y publicaciones periódicas de las bibliotecas públicas de Mallorca –las setenta pertenecientes a la red del Consell– están despobladas. ¿Qué ha sucedido?

"Llevamos un año así", explica el bibliotecario de Son Servera Guillem Caldentey. "Un problema burocrático está impidiendo que el Consell [institución competente en esta materia] nos surta de material", continúa. Por otra parte, prosigue, "tampoco hemos podido hacer ningún gasto en infraestructura, porque se eliminó en 2010 la línea de subvenciones para bibliotecas relativa a este concepto". Así las cosas, en un año tampoco han podido reponerse mobiliario u ordenadores nuevos. "En mi caso, en Son Servera, no podemos hacer los carnés de la red [el mismo para todas las bibliotecas] porque el Ayuntamiento nos dice que no tiene los 1.500 euros que cuesta la impresora y el Consell ha retirado esta ayuda. Entonces, o hacemos el antiguo o lo mandamos a imprimir en la Misericòrdia. Por eso nos tarda una semana", detalla. En la biblioteca que dirige Caldentey, los problemas no llegan a ser tan graves como en otras que no cuentan con presupuesto municipal propio. "El consistorio destina 8.500 euros [a las dos bibliotecas serverines] para adquisición de novedades, suscripciones a los diarios y actividades", relata. Sin embargo, cruzando cifras con años anteriores, Caldentey calcula que los dos centros habrán padecido un recorte del 40%. "Tampoco hemos podido gastar siquiera el 50% de lo presupuestado en los dos ejercicios anteriores", añade. "La directriz política es: no gastéis".

La sangría en las estanterías es notable, habida cuenta de que en el primer trimestre del año sólo habrán entrado en la biblioteca cinco novedades editoriales. "Cuando en 2010 cada mes, entre adquisiciones propias [pagadas por el municipio] y las del Consell, nos llegaban entre diez y veinte títulos nuevos", asegura. De las 37 suscripciones a revistas que asumía la institución presidida por Francina Armengol, no queda nada. "Ahora sólo tenemos cuatro publicaciones locales, además de los periódicos, asumidos por el Ayuntamiento", apunta.

Cansados de que no se tomen en consideración sus quejas, Caldentey explica que el colectivo de bibliotecarios solicitará próximamente una reunión con Armengol para tratar el problema. "En mayo del año pasado pedimos audiencia con Cosme Bonet de Presidencia pero ni siquiera nos contestaron", asegura.

El caso de Olga Terrassa quizás sea en estos momentos uno de los más extremos entre los bibliotecarios de la part forana. Desde hace siete años dirige el centro de Esporles, que actualmente está ubicado en un edificio recién reformado. "Hasta hace poco podíamos comprar algunas revistas con dinero del Ayuntamiento, pero ahora ni eso", relata. En el caso de novedades editoriales, Terrassa cuenta que no entra ninguna desde hace un año. "Como en el Consistorio no se aprobó el presupuesto de 2010 y tampoco se ha aprobado el de 2011, no tengo partida para adquirir nuevos títulos", asegura. "La última vez que recibimos cajas de libros por parte del Consell fue en abril, por Sant Jordi, que debieron llegar 16 novedades en catalán y otras 16 en castellano", informa. "En un año debo haber registrado 2o entradas de libros debidas a donaciones o a los propios volúmenes que edita la institución y nos los envían", prosigue, "libros que no queremos porque nadie se los lleva". "Estoy avergonzada de trabajar en una biblioteca nueva [inaugurada el pasado julio] y ver que no puedo ofrecer casi nada novedoso", confiesa. "Por otra parte, creo que centros así deberían estar mejor dotados que nunca en época de crisis, cuando la gente compra menos periódicos y libros", advierte. Mientras vaticina que las bibliotecas "podrían convertirse en almacenes de libros viejos, si seguimos así", un grupo de mujeres recibe un taller de memoria en el piso de arriba. "Por lo menos, para actividades sí que tenemos presupuesto, y el Consell también las está manteniendo", apunta con un brizna de ilusión en el rostro. Pero el desánimo vuelve. "Con pocas novedades que ofrecer, creo que a veces, en la biblioteca, estoy haciendo de cibercafé y de videoclub a la vez, porque la gente entra, mira internet en los ordenadores, y se lleva algún DVD", lamenta. "Y ése no es nuestro trabajo", aclara.

Antoni Ferrer, responsable del servicio de bibliotecas de Manacor, es muy contundente y literario cuando describe la situación que están padeciendo estos centros sociales y culturales de la part forana: "Que no nos lleguen ni novedades ni revistas es un drama rural tipo Los santos inocentes [de Miguel Delibes]", afirma. "Que pase un año y no se arreglen los problemas burocráticos significa que somos anónimos, como fantasmas, que no existimos", asegura. "Si los transportistas se quedaran sin gasolina, en tres días habrían solucionado el problema", continúa. Ferrer es de los bibliotecarios que va tirando "porque nuestro Ayuntamiento tiene recursos y podemos ir cumpliendo unos mínimos gracias a las aportaciones que hace, pero es cierto que hemos reducido bastante la oferta", admite. "Este año cuento con 12.000 euros para comprar libros nuevos que irán a las tres bibliotecas del municipio", informa. "Pero la verdad es que el lector de novedades es el que se está resintiendo", observa, "y nos exponemos a perder usuarios, sobre todo cuando llevamos un año así", prosigue. "Además tendremos problemas graves de actualización de fondo", opina. Ferrer aplaude que la isla cuente al fin con un Mapa de lectura, "unos parámetros que nos marcarán qué biblioteca necesita cada municipio en función de su población", pues ayudará a que "no se hagan desastres" a la hora de construir un nuevo centro, "pero es un documento que no tiene sentido si no va acompañado de un plan y de un estudio económico, como se hizo en Cataluña", afirma. El "dramático" problema de desabastecimiento de las bibliotecas isleñas es, según Ferrer, uno más dentro de la red. "Poner al día todos los centros de Mallorca costaría unos 200 millones de euros. Con lo gastado en el Palma Arena habría bastado", calcula.