La frase del Hans Küng "creo en Dios y su Cristo, pero no creo en la Iglesia" es el frontispicio de su nuevo libro, Lo que yo creo. Pero es también la proclama de un teólogo que fue condenado por el Vaticano en 1979 y que desde entonces se sigue considerando "un miembro fiel de la Iglesia", pero que al mismo tiempo ha desafiado el viejo axioma del catolicismo "extra Ecclesiam nulla salus", es decir, fuera de la Iglesia no hay salvación. Pese a ello, ¿se considera Küng en el camino de la salvación católica? ¿Puede haber salvación, según la entiende el cristianismo, fuera de la Iglesia?

La doctrina de Roma se muestra inapelable al respecto. La Iglesia es la "administradora de la redención, que distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos", afirma en su Catecismo (nº 1.471). Y agrega que "no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella" (nº 846).

¿Fue siempre así? Küng, que acaba de recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), asegura que no. "El Concilio Vaticano II rechazó de forma expresa una identificación total de la Iglesia de Cristo con la Iglesia católico-romana realmente existente", expone el teólogo suizo (Sursee, Lucerna, 1928) en el segundo tomo de sus memorias, Verdad controvertida.

Küng se refiere a una especie de desliz que pudo tener el Vaticano II cuando en uno de sus documentos (la Constitución Lumen Gentium, Luz de las gentes) afirma que la Iglesia de Cristo "subsiste" en la Iglesia católica. ¿Por qué el término subsiste y no directamente la Iglesia de Cristo "es" la Iglesia católica? La propia Santa Sede, urgida por sectores tradicionalistas críticos con el Concilio, tuvo que aclararlo en 2007, mediante una declaración del discasterio para la Doctrina de la Fe. "La verdadera razón por la cual ha sido usado subsiste es que expresa más claramente el hecho de que fuera de la Iglesia se encuentran muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la Iglesia de Cristo, inducen hacia la unidad católica". Es decir, que la Iglesia católica sigue sosteniendo el dogma que por primera vez formuló en el siglo III Cipriano de Cartago: "Extra ecclesiam salus non est", y que definió definitivamente el Papa Bonifacio VIII, en el año 1302: "Es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana que esté sujeta al Romano Pontífice". El Concilio admitió que en otras iglesias había elementos de salvación, pero lo que Roma ha matizado en 2007 es que dichos elementos son una razón clara para que las iglesias separadas (Ortodoxa, Luterana, Anglicana, etcétera) retorne al seno de la Iglesia católica.

A dicha explicación del Vaticano la califica Küng, ferviente teólogo ecumenista, de "ruda declaración" que "separa a los cristianos en vez de unirlos" y "singulariza y aísla a la Iglesia católica en detrimento del ecumenismo", según el citado texto de su memorias.

La cuestión ecuménica fue acuciante en torno al Vaticano II, que gozaba precisamente del nombre de "concilio ecuménico". Y la duda sigue vigente hoy, según Küng. Pertenecen a la Iglesia católica unos mil millones de creyentes. Sin embargo, hay también "fuera" de la Iglesia romana, pero dentro del cristianismo, 240 millones de ortodoxos, 73 millones de anglicanos o 64 millones de luteranos, por citar sólo aquellas iglesias que pese a su ruptura con Roma mantienen cierta proximidad y han establecido conversaciones ecuménicas con el Vaticano. Por extensión, en un país como España se declaran católicos tres de cada cuatro ciudadanos, pero sólo uno de ellos realiza una práctica habitual de los sacramentos —particularmente con la asistencia a misa—, que son el medio de salvación que la Iglesia marca para sus fieles.

Hans Küng plantea en su libro Lo que yo creo el rechazo a "toda equiparación de la Iglesia con Dios, todo infatuado triunfalismo y todo egoísta confesionalismo". Y en sus memorias Verdad comprometida defiende que la Iglesia se conduzca "por el camino de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II hacia una mayor humanidad, una mayor impregnación cristiana y una mayor amplitud católica". Amplitud que ofrecería algo de salvación fuera de la Iglesia.