El declive del periodo Cretácico, a finales del Mesozoico, vio nacer muchas de las estirpes de animales que hoy nos son familiares. Entre ellas se encuentran los mamíferos que, tras la desaparición de los dinosaurios, ocuparon los hábitats libres disponibles como por un golpe de la fortuna. Lo que somos nosotros, los primates, tiene mucho que ver con la adaptación al bosque tropical permitida por aquellos sucesos de hace poco menos de 70 millones de años en los que un acontecimiento catastrófico –la caída de un meteorito gigantesco en la superficie terrestre es la hipótesis más plausible– introdujo un cambio radical, un giro brusco en la historia de los seres vivos.

Saber cómo eran los animales del Cretácico tardío está al alcance de la ciencia gracias al estudio de los fósiles. Imaginar cómo se comportaban es empresa mucho más difícil y arriesgada. Pero en ocasiones el propio registro fósil proporciona las claves necesarias, a condición de que se sepan interpretar. Buena parte de esas claves ha permanecido oculta hasta que el desarrollo de las técnicas de análisis de los especímenes petrificados ha conseguido sacarlas a la luz.

La revista Science acaba de publicar un estudio dirigido por Isabell Kruta, del departamento de Historia de la Tierra del Museo Nacional de Historia Natural de París, en el que se da cuenta de uno de esos modos de vida muy antiguos: los hábitos alimenticios de los ammonites del género fósil Baculites. Se ha averiguado merced a la obtención de imágenes tridimensionales de la mandíbula y la rádula de tres ejemplares muy bien conservados que se encuentran en el American Museum of Natural History. Dichas estructuras bucales eran conocidas ya en otros ejemplares de ammonites como, por ejemplo, el dactilyoceras del Jurásico, y se había apuntado su semejanza con las de los cefalópodos actuales al estilo del Nautilus. La interpretación de la dieta correspondiente ha sido a lo largo de un siglo y medio objeto de debate, con una tendencia a considerar que los cefalópodos antiguos y los modernos, al compartir la mandíbula y la rádula, tendrían una alimentación similar: omnívora e incluso carnívora con actividad sobre todo carroñera. Pero tales conclusiones eran un tanto especulativas a causa de la ínfima precisión disponible a la hora de examinar los especímenes.

La microtomografía por sincrotón de rayos X utilizada por Kruta ha sido capaz de obtener imágenes de una claridad y detalle sorprendentes, llegando a identificar incluso restos del alimento atrapado en las mandíbulas fósiles. Las evidencias obtenidas indican que Baculites comía organismos pequeños presentes en las columnas de agua, es decir, plancton. Y puede que esa especialización, que permitió ocupar los mares por doquier, fuese también la causa de su ruina. La desaparición de numerosos grupos de plancton a finales del Cretácico llevaría a la extinción de los ammonites. Solo el Nautilus continúa como reliquia viviente, quizá porque su dieta es otra.