La fiesta de entrega de los Nobel culminó con una cena de gala para los galardonados con los Nobel, presidida por los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, en la que el Mario Vargas Llosa fue uno de los encargados en pronunciar los agradecimientos a los brindis.

En su saludo a las 1.350 personas presentes en el Ayuntamiento de Estocolmo, 220 de ellas estudiantes de distintos centros educativos de Suecia, Vargas Llosa ejerció de "contador de historias" para relatar la de un niño "que a los cinco años aprendió a leer. Eso le cambió la vida", pues descubrió una manera de escapar de la pobre casa en la que vivía.

La narración prosiguió contando cómo el crío ya adulto decidió dedicarse a inventarlas y escribirlas, gozando tanto como cuando leía. "Hasta que en un amanecer neoyorquino el protagonista de mi cuento recibió una sorpresiva llamada en la que un señor de apellido impronunciable le anunció que había recibido un premio y que tendría que ir a recibirlo a una ciudad llamada Estocolmo".

El parlamento de Vargas Llosa concluyó describiendo el propio desconcierto del autor, que aún "no sabe si sueña o está despierto" y con un brindis por Suecia, "ese curioso país que parece haber conseguido, para ciertos privilegiados, el milagro de que la vida sea literatura y la literatura vida".