Las cosas han cambiado mucho desde que el compositor polaco Frédéric Chopin, junto a su compañera, la escritora George Sand, pisaran Valldemossa. Revolucionaron a un pueblo, cerrado en sí mismo, ajeno a la contemporaneidad europea de siglo XIX, dejando una profunda huella que hoy sustenta buena parte de su economía y popularidad. Los mismos que los repudiaron en 1839 han acabado ensalzando su presencia. Esta es una de las muchas paradojas que el director alemán Alix François Meier aborda en el documental Valldemossa, el lloc més hermós del món. Un trabajo a caballo entre la sociología de campo y la historia popular, que se estrenó ayer en el Club de Opinión DIARIO de MALLORCA.

El documental desgrana el pasado y el presente de su gente, que ha participado activamente en el documental como actores de algunas de las escenas que recrean varios episodios del periplo de Chopin y George Sand en Valldemossa, comenta el director. Su belleza y particular atmósfera les cautivó y como a ellos a decenas de artistas. El propio François fue víctima de su hipnotismo; una atracción que le llevó a establecer su oficina en la antigua farmacia de La Cartoixa. "Fue un sentimiento. Hay algo especial", afirma.

Origen del proyecto

Su progresiva relación con vecinos, como Ruth Ells, una neoyorkina establecida en Valldemossa en los años 60, le empujaron a iniciar en 2007 el rodaje del documental, cuyo objetivo no es otro que "comparar la época de Chopin y mostrar la evolución de la gente del pueblo hasta hoy".

El proyecto ha tardado unos tres años en ver la luz y aunque el año Chopin está a punto de concluir, François Meier destaca la intemporalidad del film, que mezcla escenas de ficción ambientada en el siglo XIX con los distintos testimonios de algunos de los residentes del municipio como la dependienta Cecilia Vidal, el cartero Sebastià Morey, o Jaume Vila, el que fuera alcalde de la localidad. Valldemossa, el lloc més hermós del món muestra cómo son y cómo viven tras los muros; un pueblo ahora más abierto, sobre todo a la cultura, destaca François Meier, pero que mantiene intacto su carácter y sus tradiciones.