Mallorca (y el mundo entero) lleva 25 años sin Robert Graves. Es decir, sin su cuerpo. Porque su legado literario obliga a inclinarnos sobre sus libros.

El poeta británico pronunció en la isla su definitivo Goodbye to all that el 7 de diciembre de 1985. El primer Adiós a todo eso lo redactó en forma de autobiografía en 1929. Con las galeradas en la maleta llegó a Deià, acompañado de la poeta americana Laura Riding, animado primero por el pintor William Cook y a continuación por la escritora estadounidense Gertrude Stein, que le invitó a conocer Mallorca "si puedes soportar tanto paraíso". Fue precisamente el éxito de ventas de Adiós... lo que le permitió construirse Ca n´Alluny en 1932, su actual Casa Museo, que ha organizado para el próximo viernes día 10 una mañana de puertas abiertas de 10 a 14 horas. Por la tarde, informa el hijo y albacea del autor inglés William Graves, Carlos García Gual dará una conferencia en el aula 8 de Sa Riera y a continuación se proyectará la película The Inner World (1963), dirigida por Bert Lawrence con actores del Teatro Nacional Griego e introducida por Graves.

Al estallar la Guerra Civil, el poeta abandonó la isla para instalarse definitivamente en ella a mediados de los cuarenta con Beryl Hodge, con quien se casó en 1950. A pesar de alcanzar fama mundial con libros de corte histórico como Yo, Claudio, El conde Belisario, El vellocino de oro, Rey Jesús o La hija de Homero, Graves siempre se consideró ante todo un poeta. Y en la isla, donde firmó algunas de sus mejores obras, fue el custodio británico del clasicismo mediterráneo, causando un gran impacto silencioso. Con él, Deià alcanzó un rango mítico y su casa, Ca n´Alluny, se convirtió en un centro de peregrinación.

El escritor y articulista de este periódico José Carlos Llop recuerda –"y lo he escrito muchas veces"– la imponente presencia de Graves por las calles de Palma o en el Bar Formentor. "La presencia de un poeta, de un bardo, de un hechicero en cuyo interior se celebraba la ceremonia de las palabras. Recuerdo su nariz, como tallada en madera, que tan bien describe en un autorretrato frente al espejo. Recuerdo los primeros poemas suyos que leí, el valor de las mujeres en esos poemas, la potencia del amor. Recuerdo un jarrón roto de la dinastía Ming –en verso– y un anillo de sello púnico-romano –en prosa–. Recuerdo el nombre de Beryl, su mujer, y su belleza tranquila. O la cálida atmósfera de la casa –mediterránea y british al mismo tiempo–, que ahora puede visitarse y es el mejor legado extranjero que nos queda en Mallorca". Por último, Llop recuerda un verso: Yo, un embajador de Otra Parte, un emisario antiguo de la Poesía que nos dejó hace 25 años. En Deià.