La polémica se asentó en la Fundació Pilar i Joan Miró en 2002. Las relaciones entre la familia y Cort nunca habían sido fluidas, pero ese año alcanzaron el punto de máxima fricción. La retirada de parte de las obras de la Fundació, las abiertas acusaciones de Joan Punyet, nieto del artista, a una política cultural, nefasta y partidista, contestadas por la entonces presidenta de la Fundació, la concejala de Cultura Carme Feliu, con un "Miró estaría avergonzado de esta familia", marcaron un punto muerto en un idilio imposible. La gota que colmó el vaso fue la no renovación del contrato al director de la Fundació, Aurelio Torrente. Los Miró salieron en su defensa, y Cort esgrimió que el contrato había expirado. La espoleta fueron las graves acusaciones por parte de los trabajadores a Torrente. Le acusaban de "acoso psicológico". La sociedad cultural se dividió y el sueño de Miró se vio perturbado, sacudido por las pesadillas.

En octubre de 2007, los Miró decidían donar a la Fundación de Barcelona 1.783 volúmenes de la biblioteca literaria. Con esa donación, el centro catalán se convertía en el mayor contenedor de las obras literarias del artista. Lo afirmaba el propio Punyet-Miró, que señalaba al de Barcelona como el centro de referencia internacional más importante de Joan Miró.

"Joan Miró ya entregó a la Fundació Miró de Barcelona buena parte de su biblioteca en 1978", explicó a este diario su nieto. "Tras años de catalogación, en la que trabajé junto a una filóloga de la Sorbona que contratamos, decidimos que para dar continuidad al legado de Miró, lo mejor era ceder los más de mil setecientos ejemplares. No quisimos que se subastaran como la de Bretton", aclaró sobre una biblioteca literaria que calificó de "extraordinaria" y que contenía las mejores obras surrealistas y dadaístas.