"El gobierno cubano es un asesino de la palabra, de la información libre (...) Su única intención es denigrar a todos aquellos periodistas que ejercen su derecho a comunicar de manera independiente. Pero no lograrán silenciarnos". La voz de Normando Hernández (Camagüey, 1969) suena fuerte a pesar de su delicada salud. No titubea, no recula, se sabe poseedor de la verdad. Su verdad. Aquella con la que creció en su país, con la que sufrió en la cárcel y con la que vive ahora, a miles de kilómetros de su Cuba natal, exiliado en España repudiado por los gobernantes de su pueblo, sin posibilidad de volver. Pero con esperanza. "Algo se mueve. La ciudadanía está más preparada y en cualquier momento puede ocurrir algo". Mañana viernes, recibe en Palma el I Premio Internacional Veu Lliure por su defensa de la libertad de expresión.

La nueva vida de Normando Hernández González comenzó el pasado 13 de julio. Áquel día, junto a su mujer y su hija, subió a un avión de Iberia y partió rumbo Madrid. En su haber, unos 800 euros que le entregaron en un sobre unos funcionarios de la embajada española en La Habana y dos maletas: una con libros y otra con los indispensable para su pequeña. No hubo tiempo a más. "A mi esposan le dieron media hora para que recogiera todo lo que quisiera. Yo decidí regalar todas mis pertenencias a mis compañeros de prisión. Hasta los calzoncillos se quedaron", recuerda.

Pero su historia, trágica, dramática, con tintes cinematográficos, empezó mucho antes, un 18 de marzo de 2003 cuando fue detenido en su casa en el marco de la ola represiva conocida como Primavera Negra y en la que se arrestó a otros 74 periodistas más que el gobierno cubano consideraba disidentes. Tenía entonces 33 años y, en un juicio rápido, fue condenado a 25 años de privación de libertad según el artículo 91 del Código Penal cubano por criticar la gestión del estado en temas como el turismo, la agricultura, la pesca y la cultura. "El cómo no importa, importa el por qué". "Éramos peores que los delincuentes comunes, que los asesinos. Se creó incluso un régimen de visitas especial para nosotros. Nuestros familiares sólo podían venir a visitarnos 2 horas cada tres meses. Y además, había que tener en cuenta que nos encerraban en cárceles alejadas a cientos de kilómetros de nuestra casa. Mi esposa y mi hija necesitaban semanas para llegar donde estaba. Y las amenazaban diciendo que en un viaje tan largo podían ocurrir accidentes", relata emocionado. No menos triste su estancia entre rejas. "Pasé 101 días en una celda tapiada y tan sólo con unas chanclas, un jersey y un short. Me daban litro y medio de agua al día. Me duché sólo 26 veces. Los mosquitos me chupaban la sangre, había ratas, insectos... pero eso no fue lo peor", cuenta. "Sin duda lo más grave son las torturas psicológicas, no sólo a mí, sino también a mi familia. Mi hija ha sido quién más lo ha sufrido. No había cumplido el año cuando me secuestraron y ahora, con 8, y con aspecto de niña de 6 desnutrida, empieza a recuperarse, empieza a ser feliz".

No se olvida este periodista y escritor de todas las cárceles que visitó en estos siete años. También los hospitales que pisó debido a las numerosas enfermedades, sobre todo gastrointestinales que padeció. Y nunca dejó de escribir. "A pesar de que desnudaban a mi mujer cada vez que entraba y salía de prisión, logré pasar cada uno de los relatos, artículos y diarios que relataba y detallaba cada uno de los días que estuve privado de libertad". Textos clandestinos recogidos ahora en El arte de la tortura. Memorias de un ex prisionero cubano, que le han valido el reconocimiento de la plataforma PEN Català en Balear que busca, en palabras de su presidenta, Antònia Vicens, "distinguir a los escritores que hayan sido perseguidos por su obra o que haya defendido con su ejemplo el derecho a la libertad de expresión".

Acompañado por la concejala de Cultura de Cort, Nanda Ramon, Normando Hernández inauguró una exposición en el Casal Solleric bajo el título Veus silenciades, veus rescatades y en la que se recoge el caso de 15 literatos perseguidos. Antes tuvo tiempo de criticar y lamentar la actitud del ejecutivo español y de la iglesia ante el gobierno cubano. "Moratinos y Zapatero se han querido colgar una medalla. Pero son cómplices y cobardes. En Cuba todo sigue igual, a pesar de que aquí en Europa se pretende vender una mejor imagen. El Gobierno de Cuba se ríe del mundo".

No se arrepiente de lo que hizo y de cómo lo hizo. Y seguirá luchando por contar su verdad. La verdad.