"Vamos a ver que tenéis preparado para nosotros". Habla Stefan Olsdal, en nombre de Placebo, en absoluto una provocación. La banda que fundó junto a Brian Molko no conoce la isla, y siente curiosidad. El martes estarán en Porreres, presentando su sexto, Battle for the sun. Aunque confiesan una "relación desequilibrada" con su pasado, prometen canciones de los cinco discos anteriores. Antes de ellos sonarán The last three lines.

–Y al fin, algo de luz, tras mucha oscuridad. ¿Más optimistas que nunca?

–La esperanza, meter algo de color, era la única dirección posible. Siempre hemos funcionado así, grabando los discos nuevos como una reacción a los anteriores.

–¿Pero es una esperanza real?

–Sí, claro, las cosas han cambiado. Meds fue un disco bastante oscuro, sin esperanza, sin nada positivo que transmitir al público. Fue el último que grabamos con nuestro anterior baterista (Steve Hewitt), y se hizo en un momento en el que teníamos muchos problemas personales. Entonces no había muchos motivos para reír.

–Tres lustros de camino ¿Qué ha aportado la banda?

–¡Buf! Resulta complicado contestar. No sé, hacer algo que sea original es muy difícil. Nosotros no estamos aquí para decirle a la gente lo que tiene que sentir o pensar, nos limitamos a ser sinceros, a seguir nuestra voz interior. Es la única forma de hacer música, más allá de intentar ser más postmodernista con cada disco nuevo.

–Placebo ha sonado siempre a

Placebo. ¿Su mayor logro?

–Es cierto que tenemos un mundo muy nuestro, y una carrera bastante individual. Nunca hemos intentado seguir otro tren.

–¿Se sienten influyentes para algunos de los que vienen detrás?

–Las influencias son inevitables, siempre están ahím como Elvis estaba en los primeros Beatles, Kraftwerk en Depeche Mode.

O como Sonic Youth, PJ Harvey, Abba o Goldie lo están en nosotros. No se puede vivir ajeno a lo que pasa. Todo se mezcla dentro, y después se vomita.

–¿Cuánto le debe la banda a David Bowie?

–Algunos trabajos suyos nos han marcado bastante, aunque la influencia no es tan grande como la gente cree. Cuando aún no habíamos sacado el primer disco nos llevó de teloneros, nos dijo que teníamos algo especial; de la noche a la mañana pasamos de tocar para 300 personas a hacerlo delante de ocho mil. Fue un héroe para nosotros, porque nos hizo sentir que estábamos haciendo bien las cosas.

–¿Es fácil trabajar mano a mano con Brian Molko?

–Funcionamos bien. Está claro que tenemos altibajos, pero aquí seguimos, más de 15 años después. Se puede decir que somos un matrimonio, musical, y sin sexo en la mezcla. Tal vez por eso hemos aguantado tanto.

–Pluriempleados, multinstrumentistas. ¿Se han planteado fichar a un cuarto miembro?

–La verdad, no creo que pudiéramos dejar entrar a alguien más. Tras la marcha de Steve volvimos a quedarnos solos Brian y yo, como al principio. Además, en el estudio ya somos tres. No sé... es más fácil así, así funciona.

–¿El rock ha perdido esencia?

–Es otro tema complicado de contestar. No se hace el mismo rock que surgió tras la guerra, con la primera generación real de juventud adolescente. Pero todavía hay mucha injusticia y desigualdad contra las que luchar. Al rock le queda mucho por contar, por decir. Es una voz libre. ¿Por qué no ser polémicos?

Placebo. Parc de n´Hereveta (Porreres). Martes, 20 de julio. Teloneros: The last three lines, a las 20.30 horas. Placebo,

a las 22.30. Entradas: 30 y 35 euros.