Manuel Vilas (Huesca, 1963) calza un humor corrosivo que "toca las teclas del límite". Para montarse en el carro de su última novela, Aire nuestro (Alfaguara), hay que proveerse de un mando a distancia algo loco, capaz de sobrellevar una entrevista a Jesucristo en la que explica una serie de ejercicios gimnásticos que favorecen la resurección, por poner un ejemplo real del texto.

El escritor, que estuvo ayer en Literanta presentando el libro en el marco del decimoquinto aniversario de la revista La Bolsa de pipas, construye su propia televisión inventándosela. "He metido una tele en la novela porque éste es el medio de comunicación que ha estructurado la vida de nuestro siglo. La tele determina la realidad", afirma el autor. Como Belén Esteban, "una estrella sórdida y ordinaria a imagen y semejanza de España", añade.

Johnny Cash y Elvis son los dos personajes históricos que atraviesan la historia. Detrás de ellos, se cimenta una crítica social y cultural de nuestro tiempo. "Elvis representa la destrucción y cómo la belleza personificada se convierte en un ser de 122 kilos destrozado por dentro. Es la metáfora del capitalismo", advierte.

La música late en cada rincón del texto. Vilas asegura que no se ha dedicado a la canción porque no está dotado. "Todos los escritores son cantantes de rock sin talento. Yo quería fundar una banda de rock, que es lo único que se puede hacer en este mundo de modo consciente y filosófico. Todo lo demás es perder el tiempo. La energía creadora de este tiempo la ha tenido el pop y el rock", justifica.

Los males que acechan al país trascienden en la originalidad de este escritor metido en el bote de los nocilleros. "Uno de los más importantes es la manera que tiene de representarse a sí misma. Sigue predominando el tema de la Guerra Civil con enfoques antiguos. El día que haya aquí un Tarantino que filme la Guerra como ha hecho con la II contienda mundial habremos dado un gran paso", observa.

Para ello, cree que es necesario contar las cosas desde el nuevo sentir de la gente, "desde las nuevas emociones y las nuevas formas de vivir", precisa. "Confío en que este país pueda tolerar una literatura distinta", declara optimista. Porque el entusiasmo es la seña de identidad de Vilas: "Mi libro es una fiesta, una celebración. Todos los cuentos acaban en orgías eróticas. La vida tiene que ser una celebración. Creo que la palabra fundamental del ser humano es fiesta".