Rock and Roll Star es un show de casi dos horas donde Loquillo y su banda, formada por Jaime Stinus, Igor Pascual, Laurent Castagnet, Laura Gómez Palma y Santiago Comet, interpretarán todos y cada uno de los grandes éxitos que Loquillo ha compuesto durante sus 30 años de carrera. La cita, el 3 de julio en el Parc de n´Hereveta de Porreres.

–¿Sabe que tiene el recopilatorio más extenso del rock español?

–Lo sé y estoy muy orgulloso. Es un recopilatorio digno, como tenía que hacerse.

–¿Qué balance hace de estas tres décadas?

–Balmoral, mi primer disco que consiguió llegar a los Grammy latinos –fue nominado como Mejor Disco de Rock Vocal–, define al Loquillo real. Mis tres décadas son claras: la primera fue la del Loquillo rockista; luego, en los 90, surgió el Loquillo más reflexivo; y esta década está marcada por la búsqueda personal.

–¿Recuerda la primera vez que pisó un escenario?

–Lo hice con una banda de oldies de los años 50 y 60, a principios de 1978. Cantábamos en spanglish y me estrené en una fiesta del PSUC en la que nos llamaron fascistas y proyankis.

–¿Qué queda de aquel Loquillo?

–Permanece la misma capacidad de aprendizaje y de búsqueda. Yo partí de cero. Era la música, el baloncesto o la delincuencia.

–¿La música puede ser peligrosa?

–Desde la desaparición de los Guns&Roses la música ha dejado de ser peligrosa. Hoy es entretenimiento puro y duro. Mira Rock in Rio. Hoy casi todo suena a Los Pecos con una base de rock. Las letras son patéticas. Vivimos el peor momento de la historia del rock. A mí me resulta más excitante Love of Lesbian que Pereza. Nosotros sí fuimos peligrosos con 30 años. Hoy hace falta que aparezca algo similar a lo que ocurrió con el punk, de lo contrario esto va a convertirse en un cementerio de elefantes.

–¿Por qué Loquillo es un personaje incómodo?

–Voy a cumplir 50 años y tengo más de dos millones de discos vendidos. Me importa un comino lo que piensen de mí. Lo único que me interesa es seguir mi propia línea personal, que no significa ser indie. Ser independiente es hacer las cosas como quieres, que es lo que hago yo, sin estar sujeto a compañías telefónicas.

–¿Su hijo escucha sus discos?

–Ahora está en la época de los Clash, Ramones, Who... Tiene once años. También escucha mucho a Otis Redding, la Motown, el blues antiguo...

–¿Quién lleva la bandera del rock en España?

–Jaime Urrutia es el mejor compositor español, el que mejor maneja el castellano. Debería estar en la Academia. Madrid es él. Representa los tópicos del Madrid castizo, un personaje que traspasa lo musical, un rara avis.

–¿El rock es arrogancia?

–Siempre se ha creído que soy arrogante, pero es por mi físico. Yo soy una persona muy seria.

–¿Por qué no se subvenciona a las discográficas y sí, por ejemplo, al cine?

–Los músicos somos anárquicos e individualistas. Es difícil que nos posicionemos ideológicamente. Hace tiempo que advertí que la política es un negocio. En el cine hay un sector que hace de la militancia un negocio. En el mundo de la música eso sería muy complicado. En este país nunca se ha creído que una discográfica sea industria. Los ingleses sí han hecho de su industria musical una bandera. En cuatro días la música española dejará de existir, la están dejando morir en nombre de una palabra muy de moda, lo latino. Los americanos se están aprovechando de nosotros. Lo meditarráneo sí es latino. A mí el rollo hortera y salchichero no me interesa.

–¿Desencantado con la izquierda?

–No creo en estos señores que lo han conseguido todo, que viven muy bien y que van dando lecciones de lo que es la vida. La izquierda de caviar tiene que ver poco conmigo, que soy obrero. Que no juzguen a los demás como si fuéramos discípulos de Goebbels. Gane la derecha o la izquierda, seguiré currando en lo mío.

–¿Por qué ya no vive en Barcelona?

–Por razones familiares. Mi hijo y mi mujer viven en San Sebastián, y un hombre que no vive con su familia no es un hombre. Barcelona ha dejado de mirar hacia España para mirarse a sí misma, y ha decidido acabar con cualquier atisbo de rock en castellano en nombre del nacionalismo. El rock en catalán es excluyente. Más allá de las lenguas, los grupos son buenos o malos.

–¿Se ve tocando algún día en el Festival de Beniccàsim?

–¿Por qué no? Tengo oficio y no estoy para ostias. Mi ADN es distinto. Tocar en una banda de rock es jugarse la vida.

–¿Cuáles son sus próximos proyectos?

–Un disco en el que cantaré poemas de Luis Alberto de Cuenca. ¡Hay poetas españoles que no están muertos! La suya es una prosa muy actual.

–¿Qué perdemos con la desaparición de Saramago?

–Convertimos en iconos a la basura de la sociedad, a delicuentes, y damos la espalda a los creadores, a la gente que usa la palabra para cambiar el mundo.