Cuando falleció la esposa de Andreu Cañellas, pensó que podría aportar toda la experiencia pasada, mientras la acompañó en los últimos días de su vida. Así que Andreu, muy animado con la perspectiva de ayudar a aquellos que acompañan a un ser querido durante la fase final de la enfermedad, se dirigió a una entidad que prestaba este tipo de servicios. "Me preguntaron cuánto tiempo había pasado desde el fallecimiento de mi esposa. Cuando les dije que había ocurrido hacía dos meses me dijeron que volviera más adelante". Andreu esperó, aunque no estuvo muy conforme con esta medida: "Ahora lo entiendo", afirma.

Desde hace 11 años Andreu Cañellas dedica parte de su tiempo a los enfermos que reciben cuidados paliativos. Desarrolla su voluntariado en el Hospital General y en el Joan March y preside la asociación DIME, una entidad sin ánimo de lucro que se dedica en exclusiva a la atención de enfermos que reciben cuidados paliativos y a sus familiares.

Sus valores

El trabajo de DIME se basa en los valores de solidaridad, fraternidad, competencia y compromiso frente a la vulnerabilidad, dependencia y sufrimiento de las personas, pacientes, familiares y amigos ante el proceso de morir. Su labor se desarrolla mientras estas personas están ingresadas en las unidades de cuidados paliativos. Sin embargo, los responsables de DIME han querido dar un paso más y van a poner en marcha un proyecto de atención a domicilio que ha contado con una subvención de la Obra Social de Sa Nostra.

Para realizar esta labor, los voluntarios de DIME trabajarán estrechamente con el Equip de Suport a Domicili: "Ellos nos indicará a qué viviendas podemos ir". Y es que el servicio en el domicilio del enfermo es especialmente delicado. Todos los voluntarios de DIME pasan un proceso de selección y, si son admitidos, siguen un curso de 20 horas de duración que imparten médicos, enfermeras y psicólogas especializados en cuidados paliativos. También se les pide, como en su día se lo pidieron a él, que si han perdido a un ser querido su herida está ya cicatrizada. Sin embargo, sólo los voluntarios más veteranos, con al menos cuatro años de experiencia, podrán atender en el domicilio particular.

Pero, qué cualidades hay que tener para apoyar a una persona que se encuentra en el tramo final de su vida. Andreu dice que lo primero es "tener la cabeza bien amueblada". A parte de esto, es primordial saber escuchar. Explica que siempre dice lo mismo cuando entra en una habitación: "No soy capellán ni médico". Una de sus estrategias es contar chistes. Otra hablar de comida. No siempre acierta y alguna vez se ha sobreimplicado con alguno de los pacientes. En otras ocasiones ha visto cómo pasaban por la unidad amigos de infancia o compañeros de escuela. Con uno de ellos llegó a estar en sus momentos finales. "Estas situaciones me afectan especialmente, al igual que las de personas jóvenes, pero procuro no llevarme los casos a casa". Con todo, en la planta del Hospital general donde se ubica la unidad se respira un buen ambiente. La luz entra a raudales y desde la magnífica terraza se divisa buena parte del casco antiguo, la catedral y el mar. "Aquí se han dado momentos muy familiares entre enfermos, familiares y profesionales. Hay una amplia sala de visitas con televisor, conexión a internet... Allí encontramos a los otros dos voluntarios que hoy tienen servicio con Andreu. "Venimos de tres en tres para darnos apoyo". Nada más llegar la psicóloga les presenta los casos de cada paciente si quieren recibir su visita, cómo se encuentran o si están acompañados por familiares. A estos también les ofrecen apoyo tanto para escucharles como para respaldarlos en la atención cuando necesitan salir del hospital.

Cuando le preguntan a Andreu el porqué de este voluntariado no sabe qué responder, pero dice que le viene de años atrás. "Un amigo me dice: no entiendo porqué lo haces; la gente se muere". Andreu sabe que es así. Y que la muerte, forma parte de la vida.