Los cangrejos fascinan a los niños. Y a los adultos. Será quizá por esa manera de correr al biés, o puede que por el colorido de sus armaduras. En las Galápagos las zapallas decoran las rocas batidas por las olas con su despliegue de tonos rojizos y los cangrejos fantasmas, tirando al naranja, inundan las playas hasta que, ante la menor amenaza, se esconden.

Tanya Detto, investigadora de la Australian National University en Canberra, ha publicado en The American Naturalist un artículo acerca del comportamiento cooperativo de los cangrejos violinistas, Uca mjoebergi, ante los invasores de sus territorios. Detto había estudiado ya antes la conducta de esos animales, cuyos machos lucen una pinza gigantesca y colorida, poniendo de manifiesto que las hembras prefieren el amarillo al gris (cosa que, sin duda, interesará no poco a Enric Munar, especialista de la UIB en la percepción del color más allá de los cangrejos). También había llegado Detto a la sorprendente conclusión de que otro de los cangrejos violinistas, Uca capricornis, es monógamo pese a vivir en densas colonias en las que ambos sexos están mezclados y apiñados. Tal vez haya una ligazón profunda entre color vivo, pinza gigantesca, defensa del territorio y fidelidad mantenida en la pareja.

La última investigación sobre esos invertebrados entre marinos y terrestres, la que firma Detto junto con sus colegas de la Research School of Biology de Canberra, pone de manifiesto que los machos de Uca mjoebergi acuden a ayudar al vecino cuando un intruso amenaza su territorio. A costa de que el samaritano abandone, por un tiempo, su propia guarida. La conducta altruista de ese tipo es muy común y fue atribuida por el etólogo Robert Trives al altruismo recíproco. Yo rasco tu espalda y tú la mía. Pero en el caso de los cangrejos violinistas no cabe esperar que sea así. La ayuda se presta si el samaritano es mayor que el agresor, y éste, a su vez, más grande que el invadido. Resulta muy improbable que los cangrejos grandes confíen en una devolución del favor.

El mecanismo que ponen de manifiesto Detto y sus colegas es otro, bien familiar para nosotros. Uniendo fuerzas contra el invasor, se aleja una amenaza futura. Es la identidad de intereses frente a un tercero la que desencadena la conducta altruista, si es que cabe seguir llamándola así habida cuenta de que existen intereses propios para llevarla a cabo. Por añadidura, siempre es preferible dar la batalla contra el extraño en territorio ajeno.

La amenaza compartida, el "querido enemigo" común capaz de hacer que dos vecinos, sujetos antes a la mutua sospecha, colaboren, no nos resulta un mecanismo extraño. Retrata muy bien como nos comportamos nosotros, los seres humanos. Respecto de las demás circunstancias que nos acercan o nos alejan de los cangrejos violinistas, ya sea el aprecio por los coloridos vivos o la fidelidad que se mantiene dentro de las parejas, más vale guardar un silencio discreto.