El hijo (Glénat) es un drama de posguerra pasado por el tamiz de las historias de aventuras. Y por la biografía del guionista barcelonés Mario Torrecillas. Su madre estuvo en el psiquiátrico y un día se escapó. Mario la encontró en un campo de tenis, pero su progenitora no le reconoció. "Ese momento me produjo terror. Saqué de contexto esta historia para narrar otra: la de un hijo que en los años cuarenta va a un psiquiátrico a buscar a su madre". A partir de ahí se plantean temas como el suicidio "con una mirada liberadora, como un acto de amor" o cómo se trataban las desviaciones sexuales (el caso del sastre de Franco es curioso). El bosque es otro personaje más de la novela gráfica, ilustrada por el barcelonés Tyto Alba y presentada ayer en el Centre de Cultura ´Sa Nostra´ por Joan Miquel Morey de Norma Cómics y el psiquiatra Josep Maria Darder. "El paisaje del Pirineo es muy cambiante, hace buen tiempo, luego niebla... Quería reflejar así la cabeza de las personas y adentrarme en su mente", prosigue Torrecillas, quien participó en el guión de la película El mar, de Agustí Villaronga, prologuista del cómic.

"En los cuarenta la locura era un tabú, incluso se pensaban que era contagiosa. A mí me interesa mostrar eso para actualizarlo. En cierto modo, puede aplicarse algo así a la paranoia que nos ha entrado con la Gripe A", apunta el guionista.

Alba ha buscado la tonalidad de la fotografía de los años treinta para el dibujo, "muy expresivo, sucio, rayado", para que reflejara la pobreza y la enfermedad.

Críticas a las instituciones, a la iglesia y a los propios psiquiatras ("pueden llegar a ser dueños de tu vida") pueblan el texto, donde se muestra cómo a un homosexual se le aplicaban electroshocks para aplacar sus deseos. O la hipnosis que se les practicaba a los republicanos que habían perdido la memoria para que ´cantaran´ y acusaran a otros compañeros que permanecían ocultos, en la sombra.