La práctica de la teología sin censuras le ha acarreado problemas a José María Castillo (Granada, 1929): la salida de la Compañía de Jesús y el cese como profesor en la Universidad de Granada en 1988. Desde entonces, escribe libros, mantiene un blog (http://josemariacastillo.blogspot.com) e imparte conferencias en las que pone en tela de juicio la jerarquía eclesiástica. Mañana y los próximos 27 y 28 visitará a las 20 horas CaixaFòrum, donde ya se pueden ir a buscar las invitaciones, con el fin de analizar la relación entre la religión y los Derechos Humanos.

–¿En qué ha fallado la Iglesia?

–La Iglesia somos el conjunto de todos los cristianos, y entre ellos hay gente espléndida. Pero si por Iglesia entendemos los dirigentes eclesiásticos, sí que soy muy crítico. Yo no digo que no tenga que existir una organización, pero debería funcionar de manera distinta. Por supuesto, lo que no casa con los orígenes de esta institución es lo que tenemos ahora: un sistema de tipo monárquico, vertical, absolutista... Hay una gran diferencia entre el primer milenio y éste. Gregorio VII centralizó en el siglo XI toda la Iglesia en Roma e hizo que todo dependiera de su obispado. Así fue como adquirimos este modelo, inspirado en el imperial. El mal es que hoy en día el Vaticano es la única monarquía absoluta que queda en Europa. Abogo por una recuperación de lo que fue el origen de la Iglesia.

–¿Cómo está la Santa Sede en Derechos Humanos?

–El estado Ciudad del Vaticano, asociado a la ONU, no ha firmado todavía los pactos internacionales de Derechos Humanos. Los papas, desde Juan XXIII en adelante, han hablado mucho de ellos. Pero lo que se callan es que el Vaticano no ha firmado dos grandes pactos que se cerraron en 1966. En cuanto a las cerca de 120 convenciones, convenios y protocolos, el Vaticano está a la cola, pues habrá firmado poco más de diez.

–¿Es válida una religión que no se ampare en los Derechos Humanos?

–No. Cuando una religión se ampare en el derecho divino, éste no puede estar por encima de los Derechos Humanos. Un derecho divino que no los reconoce no es ningún derecho. Invocar a Dios en situaciones en que se ven comprometidos los Derechos Humanos le viene bien a aquella gente que no quiere aceptar determinadas cosas cívicas como la democracia. Mire, uno de los primeros Derechos Humanos, aquel que reza que todos somos iguales, ya va en contra del derecho canónico, según el cual las mujeres no pueden gobernar en la Iglesia ni acceder a cargos. Y eso no está bien.

–Le dedica un artículo escrito en color rojo al obispo Munilla por declarar el pasado día 14: "Nuestra pobreza espiritual es un mal mayor que la tragedia de Haití".

–Munilla es un ejemplo claro y provocativo de todos esto que estoy diciendo: antepone un presunto derecho divino a la dignidad humana. En lo que ha dicho reside la idea de que es más grave agredir a la divinidad que agredir a la humanidad. Pero la vida no es teoría. Un dios que entra en conflicto con lo humano no puede ser Dios. Munilla tendría que haber pedido perdón por el disparate y el daño que ha hecho a la causa que pretende defender. El Dios de Munilla es el que hay en muchas cabezas episcopales.

–¿Hay muchos más que piensan como usted?

–El tema está muy dividido en la institución eclesiástica. Lo que pasa es que toda postura crítica al dogma oficial trae consecuencias. Hay muchos que piensan como yo, pero se lo callan. Hay mucho miedo. Para que la Iglesia de ahora siga funcionando lo fundamental es la sumisión. Como no hay policía, se basan en crear una conciencia sumisa.