Rafel Joan no usa las mayúsculas salvo cuando habla de naturaleza. –"¡porque hablar de dios es demasiado, y no es lo mío!"–. De ahí que tras años de revuelta pictórica en Barcelona –muchos de aquellos cuadros han sido hurtados a la contemplación de los demás–, acabara traslandándose al campo. "Lo que pinté en aquellos años era muy decadente. En realidad, era un urbano con añoranza de la tierra". Regresa de nuevo, el próximo día 21, a la Ciudad Condal para exponer en la galería Trama sus últimos paisajes.

"Muchos me llaman paisajista, pero no ven que más allá de ese limonero, yo estoy pintando lo que hay detrás, todo el pueblo, la gente", señala Joan. Los mapas de sus lienzos están poblados de signos que sólo la atenta mirada descubre.

Si dos años atrás, Rafel Joan mostró en la galería Pelaires sus pinturas aéreas sobre el campo mallorquín, ahora ha vuelto a deslizar el horizonte en la composición. "Pasé de pintar bajo una piedra –su taller estaba en una pedrera de Felanitx– con el horizonte a ras, a ascender y ver la línea del horizonte desde otro ángulo, convirtiendo mis paisajes en composiciones más clásicas. Después sobrevolé y la pintura lo reflejó. El horizonte es fundamental en la composición pictórica. Algunos lo sitúan sobre la tierra, otros a la mitad, luego asciendes y después, ya no se ve", apunta.

Composición, luz y sorpresa. "La pintura me da respuestas", asegura, en contradicción de aquellos a los que la pintura interroga.

Rafel Joan mostrará en Trama unas veinte obras, entre pinturas y dibujos. Ahora mismo está preparando en los talleres de la Fundació Pilar i Joan Miró una serie con distintas técnicas. "Me gustaría tocar el volumen", asegura el artista de "las cosas pequeñas".