Como "quien hace dibujitos mientras habla por teléfono, del subconsciente sale la trama y de ahí me invento un lenguaje de signos propio". Así sitúa Alejandra Icaza su hacer pictórico, lleno de tramas que esconden filigranas de artesano. La artista bilbaína, aunque reside en Madrid desde hace ya muchos años, tiene una abultada presencia internacional -en la actualidad está en la feria de Bassel-, sobre todo en Nueva York y en Sao Paulo, y nunca antes había expuesto en Palma de manera individual. Desde hoy se puede ver su obra -pintura, collage y dibujos-, en la Sala Pelaires.

En todas sus obras, las telas y los papeles, existe ese doble plano de lecturas superpuestas. "Me sale sin querer. Tengo que explicar el relato, el cuento, y luego la pintura", dice. Y si tiene que elegir, es de las que se sitúa antes "en la narrativa que en la plástica".

En su "quitar y poner", Alejandra Icaza asegura encontrarse en un momento en que "tiembla". Ella explica que ese temblor significa que "el artista no es nada, eres un medio, porque en el mundo pasan muchas cosas y tú eres un radiador más. El cuadro se hace solo", concluye. Posteriormente lo matiza: "Normalmente un buen cuadro se hace solo".

En sus obras actuales, es el mar el que le inspira. Subyugada por "la madre que es el mar, porque además es el subconsciente", Icaza se reafirma. "En mi obra domina la intuición, no lo racional".

Con una paleta de colores chillones y también los tonos pastel, el trazo llega del lápiz. También hay superposición de papeles repintados. Lógica porque a esta artista le gusta servirse del material que lleva una carga importante de memoria como cuadernos viejos, mapas, objetos encontrados en mercadillos... "Suele recurrir a lo cotidiano. Recuerdo un verano muy caluroso que lo pasé tomando oranginas. Acabé haciendo una pieza con ellas, como reliquias del pasado", relata.