Un jinete ruso, un soldado, llega un día después de la Navidad de 1944 a un pequeño pueblo de Hungría, el mismo en el que se refugió Sándor Márai y su esposa. La visión de aquel esbelto eslavo perturba al escritor. Sabe que era el heraldo de los cambios que se avecinaban a una Europa que se despojaba de sus luminarias en aras de un nuevo poder. Sabe, y así lo escribe, que "aquel joven soldado ruso había llevado una pregunta a Europa".

La literatura se maneja de esta manera con la realidad. Un vistazo, una imagen pueden ser un fogonazo de una realidad ulterior que puede pasar desapercibida para el resto de los mortales. Los escritores, los artistas, suelen ser clarividentes porque ven más allá de la superficie. Los poetas les llevan ventaja. De ahí que se les lea poco. ¿Quién quiere quitarse la venda?

Esta semana hemos asistido a dos puestas en escena: El Museo del Prado nos ha asegurado que aquel Coloso que creíamos pintó Goya no es del pintor aragonés. El mismo día, el presidente de Gobierno de este país, el señor Zapatero, quiso ser interrogado por una España en pequeñito.

Si el Coloso ya no es de Goya ¿seguirá gustándole tanto como cuando dejó caer sus asombrados ojos en su visita a un museo de supuesta solvencia? La experta Manuela Mena ha puesto en un brete a sus antecesores, a los acríticos, a los especialistas, a los redactores de enciclopedias, pero sobre todo sitúa a la perfección el resbaladizo terreno del arte. Una obra de arte es tal porque lo dice quien. Ese quien es el quid de la cuestión. Por ello deberíamos cuestionar a quien contesta las preguntas. A quien da lecciones.

Zapatero se sometió en aparente ducha fría y a calzón quitado a las preguntas de los seleccionados por una empresa. Aseguran las encuestas que más de seis millones lo vieron en la tele. ¡Ni un un reality show! No lo vi pero fue imposible zafarme de su eco. De todo aquel zafarrancho de preguntas, me perturba la imagen de aquel hombre lanzando un mensaje: "Hay que seguir consumiendo", por confianza en el país". ¿Cómo? ¿Con salarios congelados, con un nivel de IPC de Everest, estando en el paro o con amenaza de ser despedido a la menor tos, con unas hipotecas que pese al bajón del euríbor siguen perforando los bolsillos? Sándor Márai se desveló ante el soldado ruso. Leamos la historia y recordaremos por qué. Ahora millones de personas en España duermen mal, algunos en la calle. Y él alienta a echarnos en brazos del consumo. ¡Señor si por esa compulsión compradora, que ya alentó ese poder invisible del mercado financiero, estamos donde estamos! El Coloso, sea de quien sea es hoy más que nunca aleccionador.