No, nadie la espera, afortunadamente, nosotros tampoco, y esa frase se convirtió en uno de los lemas emblemáticos de los Monty Python, que en otros tiempos hubieran ido a parar a la hoguera, directamente, por su Life of Brian, quizá la película más divertida de todos los tiempos. Podría competir con Ser o no ser o Una noche en la ópera, pero a las horas en que se emite el programa de Josep Maria Nadal Suau Taula de cinema, a la una y media de la madrugada del domingo al lunes (con títulos como ésos), uno no está para nadie. Cosa común a todas las cadenas, esto de ubicarnos espacios recomendables a franjas algo intempestivas.

YA QUE hablamos de horarios, los obispos han vuelto a enfadarse, y esta vez porque los trescientos alumnos que elijan la asignatura de religión en bachillerato tendrán que asistir a dos horas más de clase que el resto de sus compañeros. Bueno, me parece poco sacrificio comparado con que te echaran a los leones en la arena del circo, que es lo que les pasaba a los cristianos en la Antigüedad. La doctrina religiosa, como cualquier opción personal, no debería enseñarse en la escuela, y en la escuela pública menos (¿y si no, por qué no piden los padres conservadores que les enseñen a sus hijos los fundamentos de su ideología, y los socialistas, y los ecologistas?). Es más: la escuela ya está enseñando demasiadas cosas, que se deberían aprender más en casa: educación para la ciudadanía, para la igualdad, vial, cocina.

LO QUE SÍ debería impartirse es la religión como fenómeno histórico, filosófico, estético, espiritual, entre otras cosas porque, sin ella, no se entiende nada de nada de las obras de arte de varios miles de años, de las cuevas de Santimamiñe a la capilla de Miquel Barceló en la Seu de Mallorca. Como instrucción, es catequesis, y para eso están las parroquias. Los que continúan en su censo hace tiempo que no estarían si esto fuese un club de fútbol y no fueras nunca al campo ni abonases las cuotas. Así que a ver cuándo la Iglesia católica pasa a sustentarse por sí misma, con la crucecita correspondiente en la Declaración. Y, eso sí, su patrimonio histórico (que es nuestro, porque lo sufragaron nuestros antepasados con sus diezmos forzosos durante siglos), lo seguimos pagando todos, pero lo disfrutamos todos también, en horarios razonables.

EN PALMA todavía existe algún viejo letrero que recuerda que se llamó "Costa de la Inquisició" la actual Costa del Teatre, porque en la hoy Plaça Major estuvo la temida "Casa Negra", cuyos crímenes recuerda Miquel López Crespí en su interesante novela Paris 1793, que El Tall ha publicado recientemente. Hace unos días han echado en televisión (una excepción entre tanta bazofia) El nombre de la rosa, una película que también reconstruye los asesinatos del Santo Oficio. Con semejante trayectoria, la Iglesia católica no es quién para darle lecciones a nadie. De casi nada.