Javier Aparicio quizás sea el primer crítico que acude invitado a Àgora para lanzar peroratas interesantes con jet lag. Recién llegado de Buenos Aires y tras pasar un día entero entre varios aeropuertos, todavía le quedan ganas para hablar de narrativa contemporánea, por si no fuera de ficción ir brincando de avión en avión por geografías inéditas.

Ya en la librería, comenta que su libro, del que se editaron 2.000 ejemplares en el mes de abril, está casi agotado. Enseguida, engarza con otra conversación para comentar en un recodo de Àgora que en estos momentos la ficción camina claramente hacia la novela gráfica. "Creo que después de la posmodernidad va a llegar la hipermodernidad, tal como la llama Lipovetsky. Según esta tendencia, cada cual podrá hacer lo que quiera sin que nadie diga nada. Será un momento de libertad total bastante peligroso". La homogeneización, la globalización y la banalización son otros tres componentes que ve como amenazas de la narrativa de hoy en día. "Estuve durante abril y mayo en Canadá, y te aseguro que el 35-40% de las novedades de allí son idénticas a las de aquí". En Lecturas de ficción contemporánea (Cátedra), Aparicio viene a desenmascarar a los que se cuelgan el rótulo de gurús de la nueva narrativa: "Si en el Quijote ya estaba todo". Este profesor de literatura se declara un simpatizante del sentido común alejado de visiones apocalípticas cuando se adentra en el mundo editorial: "Los agentes literarios, cuando venden los derechos de un libro en una feria, describen sus cualidades en los siguientes términos: ´Éste tiene un 30% de Zafón, algo de Follet, etc.´". Este ex asesor de la agente literaria Carmen Balcells continúa con sus dardos de mordacidad: "¿Por qué te piensas que hoy en día los libros son más gruesos? Los escritores de este tipo de obras tienen a un equipo de documentalistas trabajando con ellos". Pura paja. Aparicio está convencido de que la literatura funciona por modas. Cree que ahora, cuando se dice que un novelista ha nacido en Ghana, se engendra automáticamente la inferencia de que es bueno, sólo porque es étnico. "Y yo me pregunto: ´Si son buenos, ¿dónde estaban antes?´". El crítico de Babelia se saca una respuesta certera de la manga: "Pues los llamamos étnicos, simplemente porque no sabemos deletrear sus apellidos. Si provienen de países que eran colonia europea, escriben como lo hacían hace 50 años las metrópolis". Es de recibo. Siempre es más barato traer un autor de fuera y construirle una carrera de éxito.

Ante una obra nefasta, receta desdeño: "Un libro malo no se merece una página entera de diario". De autores insignificantes, Aparicio detecta muchos. Los que menos soporta: aquéllos que escriben en base a una vida colmada de experiencias.