A las 21:30 horas, cuando en Madrid todavía no amenazaba la noche, salió Pat Metheny al escenario de Conde Duque con la única compañía de una guitarra.

En quince minutos de solo, en el que se mezclaron las raíces del jazz con fusión de otros muchos estilos, el músico de Missouri hizo el índice de lo que tenía preparado para las dos próximas horas de actuación.

Este peculiar saludo de un cuarto de hora bastó para demostrar al público, que llenaba todas las localidades del patio madrileño, que la soledad del músico frente a su audiencia se había invertido en Conde Duque. Con tan sólo dos temas la gente quedó apabullada por la seguridad de los acordes que encerraban las melodías de Pat Metheny.

Al tercero, la sensación fue diferente. Sentado como estaba, el compositor de jazz cogió con parsimonia su impresionante "Pikasso I", una guitarra de 42 cuerdas creada especialmente para él por la luthier canadiense Linda Manzer.

El músico seguía solo bajo los focos, pero el sonido difundía la ilusión de estar escuchando a toda una banda. Sus dedos se paseaban como patas de arañas por las cuerdas y tal era la variedad de notas que salían de sus manos que no parecía haber dos tonos iguales en toda la composición.

Cuando decidió dormir el tema, en medio de una ovación, entraron sus acompañantes. Antonio Sánchez se puso a los mandos de la percusión y comenzó a mover las baquetas con tanto mimo como si estuviera tocando sobre cristal.

El sentimiento y la técnica de McBride completaron un trío de ensueño que, igual que los guías de una galería de arte, pasaban de obra en obra recreándose en los pequeños matices.

Dispuestos en triángulo, los músicos se daban el relevo en las melodías con un juego de miradas, en perfecta sintonía entre ellos.

El público intentaba aprovechar los breves silencios entre aplausos y música para comentar sus impresiones sobre el espectáculo, pero Pat Metheny y sus compañeros no concedían descanso.

Una hora después de su salida a escena, el guitarrista prodigio, al que no se le había borrado la sonrisa desde que rasgara la primera cuerda, se acercó al micrófono y dijo "muchas gracias".

Ese fue el comienzo de un monólogo en el que aprovechó para presentar a Sánchez y McBride, "dos de los músicos más grandes del mundo", y revelar su felicidad por haber sido invitado de nuevo a Madrid.

Se abonó al éxito de mencionar la victoria de España en la Eurocopa para anunciar "un tema de música positiva" y comenzó a tocar los acordes de "When we were free".

El recital adquirió un toque místico y espiritual cuando cambió su Gibson por otro de sus instrumentos fetiche: una guitarra sintetizador, con la que todas las notas se confundían en su eco y daban la sensación de que Metheny había congelado el tiempo.

"Find me in your dreams" abrió el turno de las improvisaciones, con las que este maestro del jazz fusion decidió dar por terminado su concierto. Los aplausos, como en una buena obra de teatro, duraron varios minutos y, aunque no hubo bises, el público se marchó contento. Pat Metheny les había contagiado su sonrisa.