La aparición de las células eucariotas, que forman parte de todos los tejidos de nuestro cuerpo, es un misterio evolutivo. ¿Cómo habrían podido surgir unos seres tan complejos, con núcleo y órganos celulares, de un mundo que estaba en manos de las bacterias y las arqueas? Lynn Margulis dio en los años sesenta del siglo pasado una explicación hipotética que parecía salida de la alquimia pero es ciencia de la mejor: una simbiosis entre arqueas y eubacterias habría dado lugar al primer eucarionte. Dicho de otro modo, los componentes más esenciales de nuestro organismo son en realidad algo así como colonias de seres que en su día colaboraron lo bastante como para volverse un solo cuerpo. Ni el doctor Frankenstein hubiera podido imaginar un argumento más fantástico para el origen de las especies que nos son más familiares y, de hecho, a Margulis le costó dios y ayuda el que le publicasen su primer trabajo, aparecido en el Journal of Theorethical Biology, acerca de esa hipótesis. A partir de ese momento, la Teoría de la endosimbiosis seriada (SET, por sus siglas en inglés), que es como se conoce el modelo de Margulis, no ha dejado de formar parte de la faceta más heterodoxa e interesante de la biología.

Lynn Margulis murió el miércoles de esta semana. Olvidemos, a la hora de las nenias, los muchos honores que recibió –la medalla Nacional de la Ciencia de los Estados Unidos, el reconocimiento como doctor (doctora) honoris causa, la acogida en la academia científica más importante del mundo–. Dejemos de lado la vida privada, incluyendo sus matrimonios que comenzaron, como todas las enciclopedias recuerdan, nada menos que por Carl Sagan. La faceta rosa no formó parte jamás del mundo propio de Lynn Margulis. Ni siquiera a la hora de abandonarnos, porque estaba trabajando en su laboratorio cuando se presentó el azar en forma de hemorragia cerebral. Lo que cuenta es su herencia científica y, en ese sentido, no puede decirse que la autora de la teoría SET nos haya abandonado.

El último trabajo que llegó a mis manos de Lynn Margulis había aparecido en una de las revistas canónicas de la ciencia, los Proceedings of the National Academy of Sciences USA, y en él se abordaban las consecuencias taxonómicas de la simbiosis de bacterias y arqueas dando lugar a protistas (protoctista, gustaba llamarles Margulis, en homenaje al origen griego del término), animales, hongos y plantas. La manera como nombramos a los distintos tipos de seres vivos corresponde a la forma en que entendemos su sentido. Cuando se hablaba de "reinos" imaginábamos que los animales, y los humanos como primeros de ellos –primates–, eran el monarca. Lynn Margulis nos explicó que no es así, que no somos los primeros en nada sino, en realidad, el producto de una cooperación entre microorganismos para poder sobrevivir. Como de costumbre, la mejor lección de humildad la dan los sabios y no los santos.