No fue un final de película porque no ganó, pero el Mallorca evitó la derrota en Alicante a solo dos minutos del final, cuando parecía que todo estaba perdido, gracias a un penalti, que como mucho es riguroso, transformado por Lago Junior. Los bermellones fueron peores que el Hércules en todas las facetas, por lo que este punto alivia, sobre todo visto lo visto, pero no tranquiliza a nadie. Sirve para mantener el colchón con sus perseguidores, ahora el Villarreal B está a siete, pero no hay que engañarse. En un momento decisivo de la temporada el Mallorca transmite sensaciones inquietantes, por mucho que su dominio en la categoría no se pueda discutir. El equipo no va a más, ni mucho menos, justo cuando más debe irradiar confianza. En defensa sufre mucho más que hace unos meses, mientras que en ataque se está mostrando previsible y falto de ideas. Y lo más preocupante, sin pegada. Ha sumado tres puntos de los últimos quince, un balance muy pobre, pero si lidera el campeonato es porque antes ha hecho las cosas muy bien. Por eso justo ahora no es el momento de bajar el nivel de esta forma tan acusada, una circunstancia que provoca nerviosismo y que alimenta la incertidumbre de la afición, que no ve la hora de que llegue el esperado play-off de ascenso.

El histórico Rico Pérez, un escenario impropio de la Segunda B, ha acogido un duelo que en la primera parte ya merecía el triunfo de los locales, que estrellaron dos balones a la madera. Un remate de Lago, tras un gran centro de Joan Sastre, fue la única opción de peligro de los rojillos.

El premio para el Hércules llegó a los 41 segundos de la segunda parte cuando Moha aprovechó una pifia de Raíllo, que reapareció después de tres jornadas ausente por sanción. El central, que jugó con fiebre, se dejó robar la cartera por Moha, que batió a Reina. La acción nació de la banda izquierda, una calamidad con Salva Ruiz y James. De hecho, el tanto nació porque Juli tuvo todo el tiempo del mundo para medir su centro.

El Mallorca tenía margen para la reacción, pero tal y como ya había demostrado en la primera mitad, sufre para hacer daño. Y eso es preocupante. Muy lejos han quedado las contras de inicio de temporada en la que se mostraba letal ya que ahora las transiciones se hacen a pedales. Faurlín, sustituto del sancionado Pedraza, decepcionó, otra vez. Y Salva Sevilla, que es de los que siempre quiere el balón, hizo lo que pudo. Y eso no siempre es suficiente.

A los diez minutos de la segunda parte Moreno dio entrada a Bonilla y Ndi, pero las cosas no cambiaron en exceso. Con el gol de ventaja, el Hércules jugó muy cómodo ante un Mallorca cada vez más nervioso con el paso de los minutos y ante su evidente inoperancia en ataque.

A falta de veinte minutos, Moreno dio entrada a Bustos, que al final resultó decisivo, por un invisible Abdón, una jornada más desafortunado. Se le anuló un gol a los veinticinco minutos, en claro fuera de juego, pero su actuación estuvo marcada por su lucha con los centrales del Hércules, que se impusieron en la mayoría de las veces. Lago, todavía falto de forma, formó pareja atacante con Álex López, pero apenas se notó. Falcón solo fue exigido en un disparo de Bonilla, de falta, en el minuto sesenta y uno. Muy poco para un equipo que aspira al ascenso. Hasta que llegó la acción que marcó el partido con la caída de Bustos en el área, por un supuesto golpe de Samuel, y el consiguiente penalti, tirado a lo Panenka, que anotó Lago. Era el minuto ochenta y ocho y la afición respiró, pero con la mosca detrás de la oreja.

Parece que al Mallorca se le ha olvidado jugar y, por lo tanto, ganar. No lo hace, y a duras penas solventa los partidos con empate. En las manos de Moreno y sus pupilos está arreglarlo. Quizá esperan al play-off para elevar el nivel, pero mejor no jugar con fuego.