"La época negra del Mallorca fue la nuestra, no la de ahora. Como eso que vivimos nosotros no ha habido nada. Fue una situación dramática para muchos de aquel equipo". Son las palabras de Quini Campos, integrante de la plantilla del Mallorca que protagonizó el primer encierro en el vestuario de jugadores en la historia del fútbol español, aunque algunos apuntan que incluso del mundo, porque no cobraban sus salarios. De aquel triste episodio, "lamentable" como añade, mañana se cumplen cuarenta años.

El Lluís Sitjar ya no existe, pero DIARIO de MALLORCA ha reunido en la plaza Barcelona, justo donde se ubicaba, a siete integrantes de aquel equipo, cinco jugadores -Pedro López Sahuquillo, Miguel Ángel Matamoros, Joan Riutort, Víctor Alzamora y el propio Quini Campos-, el masajista Jaume Pedrós y el delegado Llorenç Moragues para recordar una efeméride que no despierta demasiada nostalgia, a pesar de los sentidos abrazos nada más reencontrarse. "Es que fue una vergüenza para todos", reconocen justo cuando están observando la portada de este rotativo del 18 de noviembre de 1977 a escasos metros de lo que fue su casa, literalmente, durante casi una semana. El Mallorca estaba en Segunda B, pero el caso fue tan sonado que dio la vuelta al mundo y fueron numerosos medios de comunicación nacionales e internacionales los que se hicieron eco de una iniciativa inédita en el balompié profesional. "Nuestro capitán Pepe Nebot hablaba con José María García cada día", asegura Quini. "Llegó un momento en el que nos dejaron de pagar, después de escuchar muchas promesas de Guillermo Ginard, que hacía de presidente, pero que no era presidente ni era nada, más que un mentiroso", subraya Matamoros.

"Pepe Nebot nos propuso encerrarnos. Todos votamos que sí porque ya no podíamos más", recuerda Quini. "La idea era que alguien nos escuchara porque había familias que solo comían del dinero que pagaba el club. Nos debían varios meses", subraya antes de ser interrumpido por Sahuquillo. "Es que la gente no es consciente de lo que pasó. Yo vivía de esto, había venido de fuera para cumplir con mi trabajo, por lo que mi familia se vio obligada a tener que ayudarme", destaca el defensa. "Yo estaba casado, Meñico también y algunos más, muchos de ellos con hijos que había que darles de comer, por lo que lo pasamos muy mal", agrega Matamoros.

La plantilla al completo, con el entrenador Sánchez Alexanco, más Pedrós y Moragues, se quedaron en el Sitjar en lugar de irse a sus casas cuando cayó la noche del 17 de noviembre. "Entraba frío por todos los sitios. Los bares de la zona nos dieron bocadillos y el dueño del Hotel Abelux, Antonio Gomis, y sus yernos, nos trajeron colchones y mantas para descansar en mejores condiciones. Se portaron de maravilla", evoca Sahuquillo. "Pero no se podían dormir ocho horas seguidas ni de coña. Éramos jóvenes y también hubo situaciones para el cachondeo", apunta Quini antes de contar una anécdota que Alzamora ya ha adelantado antes de encender la grabadora. "Sánchez Alexanco, que era nuestro entrenador y estaba de nuestra parte en el conflicto, se puso a hacer de toro y nuestro portero Sánchez hizo de torero con una toalla. Y el resto mirábamos la escena, muy divertida, gritando 'ooooleeee, ooooleeee'. Es inolvidable", expresa entre risas. "Jugábamos a cartas o a lo que fuera, pero no pensábamos mucho en el fútbol. Incluso llegó a venir la policía porque hubo una alarma de bomba, pero lo cierto es que esa llamada la hicieron jugadores del equipo, que no voy a desvelar, para llamar más la atención", confiesa.

Riutort, que aquella temporada acababa de ascender del filial, recuerda el buen ambiente existente a pesar de las penurias. "Había gente de diferentes edades, pero ese vestuario era una familia y muchos seguimos en contacto cuarenta años después. Nos da mucha pena que se haya muerto Calero, que era uno de los nuestros", dice.

La plantilla abandonó el encierro después de que el entonces presidente de la Gestora, Guillermo Ginard, les entregara un talón con la nómina de octubre. "Le creímos, nos fuimos a la Banca March de la plaza Madrid y vimos que los cheques no tenían fondos", señala Sahuquillo indignado, por mucho que hayan pasado cuatro décadas. "Nos enfadamos mucho y Pou se fue directo a por Ginard. Le llegó a agarrar, pero le frenamos todos para que no le agrediera. A veces pienso que no le deberíamos haber parado", reflexiona en voz alta Quini, que reconoce que fue un momento "muy tenso". "Era un sinvergüenza", añade Sahuquillo.

La plantilla se volvió a encerrar el 24 de noviembre harta del enésimo engaño del que era presidente. "La situación era muy grave. No pensábamos en fútbol, lo único era ver cómo podíamos mejorar nuestra situación económica", destaca Matamoros. Sin embargo, el Mallorca se desplazó a Onteniente para jugar en El Clariano, donde vivió otro penosa experiencia, más allá del 3-0 final. Las crónicas de la época aseguran que los espectadores les menospreciaron tirándoles pesetas, aunque Sahuquillo resta trascendencia a esta triste anécdota. "Algún maleducado siempre hubo, pero la gente fue respetuosa. No es que eso lo hiciera todo el público, ni mucho menos. Ni en Onteniente ni en otros campos", aclara. "Nos llamaron 'muertos de hambre'", se apresura a puntualizar Matamoros.

Días después finalizó el encierro. "Volvimos a casa por agotamiento. Solo queríamos que viniera una persona con dinero, pero al final siempre seguía Ginard", lamenta el hondureño, que desveló otro amargo incidente. "Mi mujer, al ver que no cobraba, cogió un cuchillo jamonero y se fue a por Ginard, que se encerró en un cuarto en el Sitjar. 'O pagas o te rajo', le dijo. Menos mal que estaban para frenarla Llorenç Moragues y Tomás Jaume, un hombre increíble al que el Mallorca le debe mucho por todo lo que hizo y que, además, pagó muchos de nuestros viajes. Empezaron a darle dinero para que se calmara, llegó a casa y puso los billetes sobre la mesa. Aluciné", explica. "Esto es lo que una mujer desesperada puede hacer por sus hijos", comenta serio Sahuquillo.

Despidieron al técnico Sánchez Alexanco por su afinidad con los futbolistas y Juancho Forneris se puso al frente, aunque el equipo, que siguió sin cobrar, se fue desmantelando. "Acabamos con juveniles porque se fueron yendo Bartolí, Sahuquillo, renunciando a mucho dinero, Rodríguez, Alba, Meñico o Herrera", enumera Quini. "Hice unas declaraciones a este diario en las que aseguraba que la junta directiva quería bajar a Tercera y me apartaron en los dos últimos partidos. Ya les iba bien, así no tenían que pagar las deudas con el descenso", rememora Riutort, que sonríe al recordar que todavía le deben cien mil pesetas.

El Mallorca descendió en la que muchos consideran la temporada más bochornosa de la historia de la entidad, pero quedaron dos lecciones. "Estoy orgulloso de poner un granito de arena para que se creara la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE)", es la primera. Y la segunda, quizá más trascendente. "Nuestra resistencia hizo que el Mallorca no muriera aunque estuviera en la miseria, porque si llegamos a tirar la toalla hubiera desaparecido", concluye Matamoros. En 1978 llegó Miquel Contestí, aunque eso ya es otra historia. Y mucho más feliz.