Las normas están para cumplirse. Y si es obligada la presencia de un médico en los partidos de Segunda B, no hay excusa posible para justificar su incumplimiento. Sorprende la escasa importancia que se le concede a lo que aconteció el domingo en Ontinyent, cuando, a falta de médico en el club local, tuvo que atender a Cedric un galeno que se encontraba entre el público. Si lo del jugador del Mallorca se hubiera complicado, estaríamos ahora lamentándolo.
En manos del club mallorquinista está que una situación así no vuelva a ocurrir. El Mallorca cumple como local con la presencia del doctor Munar, que debería viajar si el club al que visita incumple la reglamentación. Se está haciendo la vista gorda en este tema. El entrenador, y sobre todo los jugadores, tendrían que negarse a jugar sin un médico en el recinto deportivo. Por seguridad, pero también por dignidad. La prueba de que nadie se toma en serio este asunto la tenemos en que lo acontecido el domingo en Ontinyent no ha ocurrido desde el momento en que el colegiado de turno no lo deja reflejado en el acta. Afortunadamente, esta vez no ha ocurrido nada. Pero si no se pone remedio a este despropósito, que nadie se lleve las manos a la cabeza si pasa una desgracia.
