Seguramente en 101 años de historia, y con todas las idas y venidas que ha sufrido este club, nunca antes la afición bermellona había vitoreado con tanto énfasis los tantos del equipo rival. Fue una celebración de rabia, de impotencia, de ira, de rencor y sobre todo de ruptura. La hinchada trasladó a esa plantilla que les ha sacado del fútbol profesional 36 años después parte del dolor que sienten. La celebración del tanto del Getafe es la mejor forma de la que dispuso el mallorquinismo para expresar su resentimiento, más allá de los silbidos, las pañoladas y los cánticos que ambietaron el estadio durante el último partido de la temporada del Mallorca, su último encuentro como club profesional.

Tras el partido, fueron cientos los aficionados que se quedaron esperando a que la plantilla abandonara el estadio para recriminar su falta de profesionalidad y la nefasta temporada cosechada y que ha derivado en el descenso del equipo a la división de bronce del fútbol español. Bombas de humo, bengalas, huevos e incluso alguna piedra impactaron sobre la luna del autocar que trasladaba a la plantilla desde Son Moix hasta Son Bibiloni, lugar donde los jugadores, el cuerpo técnico y la directiva tenían sus coches.

Dos horas antes de que se iniciara el encuentro de Liga ante el Getafe, cerca de un centenar de aficionados recibieron al autocar de la primera plantilla bajo el grito de "jugadores mercenarios". Casi una veintena de agentes crearon un hilo policial en la puerta 0 del Iberostar Estadio para impedir que la hinchada se aproximara en exceso al vehículo que acercaba a los futbolistas hasta Son Moix. "Fuera de aquí", "no os queremos en la isla" o "ladrones" fueron solo algunos de los improperios que la hinchada trasladó al equipo en esos primeros instantes de tensión.

El malestar de la afición ya había sido visible desde primera hora de la mañana de ayer cuando dos muñecos uniformados como futbolistas del Mallorca aparecieron colgados en el estadio de Son Moix, justo donde se encuentra el cartel que da nombre al estadio. Varias pintadas en los banquillos y vomitorios tuvieron que ser limpiadas por los empleados del club para que jugadores y directiva no las vieran a su llegada al estadio.

Bocinas, silbatos, pañuelos y un sinfín de pancartas fueron los principales complementos de una hinchada que optó, en su mayoría, por vestir camiseta negra, siguiendo así la propuesta que había realizado la Federació de Penyes del Mallorca de acudir al estadio ataviado con dicha indumentaria. El Getafe debió sentirse como en casa durante todo el partido porque, tanto a su llegada con el autocar, como a su salida al césped, como durante los 90 minutos que duró el encuentro, fueron aplaudidos por la hinchada bermellona, quien no dudó en celebrar los tantos conseguidos por los madrileños durante el encuentro.

Maheta Molango utilizó su perspicacia para salir al palco en el momento en que la plantilla pisaba el terreno de juego y evitar, de esta forma, convertirse en el foco de atención de todas las críticas. Su estrategia no le liberó de la ira mallorquinista, que cuando se percató de la presencia del abogado suizo en las gradas del estadio, le atacó como nunca antes lo había hecho. "Directiva dimisión" o "Molango vete ya" fueron algunos de los cánticos que se oyeron durante gran parte del encuentro.

Una de las propuestas realizadas por la Federació de Penyes para el partido ante el Getafe fue abandonar las gradas en el minuto 57 y esperar en los vomitorios del estadio el final del encuentro, aunque pocos fueron los aficionados que secundaron la idea.

Brandon aprovechó precisamente ese instante del partido para poner a su equipo por delante del conjunto madrileño en el marcador. Ante los goles bermellones, la afición respondía con sentimientos encontrados. La hinchada no era capaz de reprimir su entusiasmo ante el gol anotado, pero al momento, bajaba los brazos para seguir exhibiendo su descontento a la plantilla.

La directiva esperó que el colegiado pitara el final del encuentro para abandonar el palco de Son Moix. Las gradas aprovecharon ese instante para recriminar al consejero delegado del club, Maheta Molango, y al presidente de la entidad bermellona, Monti Galmés, su trabajo dentro del Mallorca. Los jugadores tampoco se libraron de los cánticos de la afición y solo Pleguezuelo abandonó el césped del Iberostar Estadio aplaudido por la hinchada.

A la salida del estadio, más de 500 aficionados esperaron a los jugadores y a la directiva. Un fuerte control policial ayudó a la seguridad privada del club para evitar que la afición pudiera interponerse ante la salida del autocar. Varios aficionados bermellones fueron identificados por la policía nacional y se vivieron momentos de mucha tensión cuando algunas piedras y varias bengalas impactaron en la luna frontal del vehículo. Los jugadores se fueron, se fue la directiva y dejaron a la afición delante de Son Moix. Los que siempre están, los que nunca se van.