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Opinión

Redimensión forzosa para todos

Una de las consecuencias más evidentes del descenso del Mallorca es su necesidad de redimensionarse en una categoría no profesional del fútbol español. Un Mallorca de Segunda B no precisa de una plantilla de 25 profesionales pagados a precio de oro y que no han sabido mantener la categoría. Tampoco precisa de un ejecutivo que lo dirige con un sueldo de Primera, ni le hace falta una plantilla de ojeadores que no han descubierto nada rentable o, lo que es más evidente, un estadio de casi 25.000 espectadores, capaz de acoger partidos de Champions League y que no se llenó ni siquiera el día que el Mallorca debutó en esta competición.

Esa "oportunidad de renacimiento" que es el descenso a Segunda B, en palabras de Molango, pondrá de manifiesto cuál es la verdadera magnitud de la afición del Mallorca. Lo normal es que el aspecto de las tribunas de Son Moix cuando el visitante sea un Atlético Saguntino, un Cornellà o un Gavà sea desolador. La tribuna principal quedará grande para ver a a un equipo que, para más inri, saldrá solo "a competir" y no con el ascenso como objetivo ineludible. Los gastos que supone abrir Son Moix un día de partido son una losa para un club modesto como un Segunda B y lo que no puede, ni debe, hacer Cort es sufragar un nuevo estadio para el Baleares si este asciende a Segunda. El ayuntamiento puede abrir la polémica si hace compartir estadio a Mallorca y Atlético Baleares, agua y aceite en sentimientos, pero hay redimensiones que hacen lógicas ciertas decisiones.

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