A pocos minutos de las diez de la noche del domingo, con el empate en Miranda de Ebro que certificaba el descenso a Segunda B, el Mallorca se adentró, tal vez sin saberlo, en un mundo desconocido en el que es fácil caer pero muy difícil salir. La entidad mallorquinista, con 101 años de historia, militará la próxima temporada en una categoría semiprofesional por primera vez en 36 años, cuando el club ascendió a Segunda A en 1981.

El descenso supone partir de cero. En todos los sentidos. Como equipo y como institución. Los ingresos no existen en esta categoría -la única inyección será 1.250.000 euros de ayuda al descenso- y el club debe hacer frente todavía a la deuda del convenio de acreedores. El próximo mes de noviembre el Mallorca debe abonar a los acreedores ordinarios siete millones de euros, la totalidad de lo que falta. Pero, con ser importante, esta cantidad se queda ridícula con la que ha de hacer frente a Hacienda, que asciende a 17 millones, a pagar a plazos. En este caso, lo más probable es que se produzca un pacto entre la Agencia Tributaria y el club para prorrogar la deuda a una fecha en la que ambos se pongan de acuerdo, lo que daría un cierto respiro a la sociedad de Robert Sarver, que, en cualquier caso, se verá obligado a realizar una ampliación de capital. En Primera División el pago de la deuda a Hacienda ascendía a un millón anual y en Segunda a medio millón. Lo que está claro es que el problema financiero aflorará en noviembre porque el club ha de sobrevivir el resto de la temporada.

Con el descenso desaparecen los ingresos por los derechos de televisión -el club ha cobrado entre cinco y seis millones desde que milita en Segunda-, y los derechos por publicidad quedarán reducidos a la mínima expresión en una categoría con una pésima imagen y que resulta prácticamente invisible en los medios de comunicación.

El consejero delegado Maheta Molango se verá obligado a llevar a cabo una profunda remodelación en la estructura del club. De unos setenta trabajadores con que cuenta la entidad, se puede pasar perfectamente a una docena, por lo que se da prácticamente por descontado que se presentará un ERE.

El presupuesto del Mallorca de esta temporada ha rondado entre los diez y once millones de euros, una cantidad nada despreciable en Segunda que no ha servido ni para mantener la categoría. En Segunda B se reducirá a la mitad y, presumiblemente, no pasará de cinco millones. Este año, la mitad del presupuesto se ha ido en jugadores -5.150.000 euros-, una cantidad inasumible en la nueva categoría. El club se encontará ahora con el problema añadido de que deberá abonar íntegro el contrato de jugadores que no interesen, que son la mayoría, a no ser que se hubiera incluido una cláusula de que queda rescindido en caso de descenso. Con el precedente de la temporada pasada, cuando el equipo se salvó de milagro, debería haberse aplicado.

Habrá que ver también cómo afecta el descenso a la Fundació, aunque las cinco personas que trabajan en ella no cuentan con salarios elevados. Del mismo modo que la cantera, que puede quedar afectada por una reducción de presupuesto absolutamente imprescindible.