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LaLiga 1|2|3

El silencio del miedo

El Iberostar Estadio enmudeció después del tremendo golpe que supuso el empate ante el Numancia

Yuste se lamenta tras fallar un cabezazo durante el partido del sábado ante el Numancia. manu mielniezuk

El silencio más largo llegó después del día en el que hubo más ruido de toda la temporada. Como si fuera un funeral, como si nadie se pudiera creer lo que acababa de presenciar, el mallorquinismo recibió un tortazo sideral al ser incapaz de ganar al Numancia el pasado domingo en el Iberostar Estadio. Nadie, o casi nadie, se podía creer que no se hubiera podido tumbar a los sorianos justo cuando más lo necesitaban.

Las tres victorias en los últimos cuatro encuentros habían alimentado las esperanzas de salvación, cimentadas en que la desventaja, que había llegado a ser de ocho puntos, podía difuminarse a falta de dos partidos para el final si el Nàstic empataba o perdía ante el Girona. Por la mañana el amigo Pep Lluís Martí ya había echado una mano con el triunfo del Tenerife en Alcorcón (1-3), pero por la tarde todo salió mal. Y eso que el ambiente previo invitaba al optimismo. O a la fiesta, con un total de 14.923 espectadores en las gradas, la mejor entrada del curso. El técnico Sergi Barjuan ya había avisado en la previa de que había que frenar la euforia como fuera. Y tuvo razón. Porque la hinchada quedó en estado de 'shock' al haber sido testigo de la falta de pegada de sus jugadores frente a un rival mermado con cuatro bajas importantes y que no se jugaba la vida.

Cuando el árbitro señaló el final, la grada se paralizó. Igual que en otras ocasiones se han oído abucheos hacia el palco o a los jugadores, en esta ocasión no había ganas ni para eso. El golpe era tremendo, aderezado, además, con el triunfo del Nàstic, que dejaba la salvación a tres puntos, otra vez. Solo la salida del colegiado, que había estado desafortunado, rompió el silencio con algunos silbidos. El animador del estadio, Jaume Colombàs, puso la popular canción 'Mallorqueta', para muchos el himno oficioso del club, de Bonet de San Pedro. Pero era imposible levantar el ánimo. Algunos seguían en sus asientos con la mirada perdida. Sin intención de irse.

En las colas que se formaban para abandonar Son Moix nadie hablaba. Algún lamento por el cabezazo de Lekic que detuvo el portero a pocos minutos del final, pero poco más. Incluso algunos tenían los ojos llorosos por las consecuencias de un empate que parece la peor de las derrotas. No fue el último partido del Mallorca en casa en el fútbol profesional, pero como si lo fuera.

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