Fue un instante. Menos de un segundo. Pero ese momento puede valer una permanencia. Lo que es seguro es que si Lago Junior no hubiera puesto la bota para marcar el gol, el Mallorca ahora mismo ya estaría con casi los dos pies en Segunda B. Fue el minuto 92:27. En el Iberostar Estadio se vivió una auténtica locura, un histeria colectiva de esas difíciles de olvidar para los más de doce mil aficionados que estaban en Son Moix. El gol se celebró como si no hubiera mañana, como si los bermellones hubieran ganado la Liga de Campeones o aquella no tan lejana Copa del Rey en 2003, precisamente en Elche.

Esta victoria no salva al Mallorca, pero lo que es seguro es que alimenta unas esperanzas de permanencia que hace apenas dos jornadas eran impensables. Eso sí, la hinchada tuvo que esperar hasta el último suspiro, cuando se preparaba para mostrar su ira contra el palco y los propios jugadores, para disfrutar de un éxtasis para el recuerdo. Del abucheo se pasó a la euforia desmedida.

Los de Sergi Barjuan, que cuajaron un discreto encuentro, llevaban ya muchos minutos atacando a trompicones. Como suele suceder en estos casos, con mucho corazón y ninguna cabeza. Hasta que llegó ese saque de esquina. Culio lo lanzó muy abierto, como casi siempre y Ansotegi, que había entrado al campo precisamente para hacer eso, en un acierto del técnico, cabeceó tan fuerte que parecía un disparo. El portero de los ilicitanos Juan Carlos despejó como pudo y el balón se quedó muerto a un metro de la línea de gol. Y Lago, que las había fallado de todos los colores, por mucho que lo intentara, puso la punta de la bota. La inyección de autoestima que va a tener este gol, este triunfo, es de dimensiones desconocidas porque todavía quedan cinco jornadas para el final, pero si el Mallorca evita el desastre, su recuerdo será indispensable.

Los jugadores se abrazaron como nunca esta temporada y los aficionados en las gradas aplaudían a rabiar. La clasificación pone los pies en el suelo porque los rojillos siguen penúltimos, pero el panorama no es tan dramático como hace quince días. De hecho, las escenas de tensión que se vivieron en los dos anteriores encuentros en la puerta del aparcamiento del estadio, tras empatar ante el Nàstic (0-0) y Córdoba (1-1), quedaron ayer aparcadas. De hecho, más de medio centenar de aficionados se agolpaban en esa zona para animar a los futbolistas. Quizá eran los mismos que pitaban hace dos semanas, pero lo que está claro que los que había allí estaban muy contentos. Y todo eso gracias a un tanto de esos que no dejan indiferente a ningún mallorquinista. Ya le tocaba una alegría de verdad.