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Análisis

Un desalojo ridículo

Que los periodistas puedan seguir o no los entrenamientos en Son Bibiloni, más allá de cumplir con su obligación de informar, solo puede...

Que los periodistas puedan seguir o no los entrenamientos en Son Bibiloni, más allá de cumplir con su obligación de informar, solo puede servir, a estas alturas, para intentar entender cómo lo pueden hacer tan mal estos mismos futbolistas en los partidos.

La decisión de desalojar a la prensa y mantener a los seguidores, sean ruidosos o no, es difícil de entender, como tantas y tantas cosas en este club. Lo único que hace es enrarecer todavía más el ambiente en torno al equipo. Lo que es seguro es que el Mallorca no está con un pie y medio en Segunda B por estos temas, sino por el bajo rendimiento de estos jugadores y por el nefasto diseño de esta plantilla.

El miedo a que queden registradas discusiones sobre el césped, entre los propios futbolistas o con los hinchas, es una broma comparado con el drama que se nos avecina. Y con luz y taquígrafos.

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