“Cada uno que piense lo que quiera, faltaría, nosotros creemos”. El Real Mallorca amaneció ayer con esta frase publicada en su cuenta de Twitter. La noche del miércoles había sido convulsa, con Javier Olaizola encarándose con un grupo de aficionados en el aparcamiento de Son Moix mientras algunos presidentes de peñas guardaban las formas en la reunión que mantuvieron con Maheta Molango en la sala de trofeos del estadio.

Llueve sobre mojado para el club, que al fracaso deportivo debe añadir el profundo descontento de su masa social. Todo a 48 horas de recibir en Son Moix al Levante, líder destacado de la clasificación y virtualmente ascendido a Primera División.

Precisamente por ahí pasan las opciones de victoria del Real Mallorca. El bloque de Olaizola confía en que el rival juegue con una marcha menos al tener prácticamente el objetivo en la mano para conquistar un triunfo que evite el hundimiento del equipo y la consecuente explosión de la grada.

Se la juegan los futbolistas, Maheta Molango y, sobre todo, el técnico vasco, que tendrá prácticamente imposible seguir en el banquillo mallorquinista en caso de encajar una nueva derrota que se traduciría en una estadística dramática: once puntos sumados de 42 en disputa.

Las escenas de tensión vividas el miércoles a las puertas del estadio con Héctor Yuste, Jesús Cabrero y el propio Olaizola anticipan un terremoto mañana si el Mallorca no da la talla. Esta temporada la grada ha expresado su descontento de manera excepcional y tímidamente, pero el equipo va de derrota en derrota y el mallorquinismo, que ya empieza a hacerse a la idea de un descenso, ha agotado su paciencia.

Molango, en la diana

La reunión que mantuvieron los peñistas el lunes a instancias de la Federació que preside Rosa Planas acabó convirtiéndose en una enmienda a la totalidad de la gestión de Molango, al que culparon de la debacle deportiva. Fueron muchos los que pidieron la dimisión del consejero delegado, que ha perdido gran parte de la reputación que se labró en sus inicios al frente de la entidad.

El jueves, en cambio, no se escuchó ninguna petición de dimisión. El club limitó la reunión a presidentes de agrupaciones, que en presencia del consejero delegado optaron por mostrarse cordiales.

El mayor enemigo de los futbolistas es, desde hace muchas jornadas, su propia ansiedad. El técnico admitió hace algunas semanas que charló con un ‘coach’, pero nada de lo que ha intentado hasta el momento ha resultado efectivo.

Molango será la diana de las protestas de la afición si el Levante se lleva los tres puntos de Son Moix, como ya sucedió después de la goleada del Valladolid (0-3) que le costó el cargo a Fernando Vázquez. Está por ver si mañana se repite la misma película y el técnico vasco cierra su etapa al frente del equipo.

La victoria es inaplazable para un Mallorca que está a punto de quedarse sin margen de reaccionar. La permanencia pasa por ganar en seis de los doce partidos que restan para terminar el campeonato, un reto que se antoja imposible para un equipo que ha cosechado ese mismo número de victorias en treinta jornadas.

Los jugadores aseguran no encontrar explicación a este fiasco, y se limitan a culpar a la mala suerte de sus males. Ninguno de ellos estaba preparado para pelear una agónica permanencia y enfrentarse a la indignación del mallorquinismo.