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Crisis

Un ridículo en toda línea

La esperpéntica segunda parte ante el Tenerife evidencia un Mallorca sin capacidad de reacción en el banquillo, inseguro en defensa, superado en el centro del campo y plano en ataque - Los bermellones regresan a puestos de descenso a Segunda B

Raíllo, Yuste y Cabrero se lamentan tras uno de los goles encajados ante el Tenerife en el partido del sábado en el Iberostar Estadio. guillem bosch

La bofetada que le propinó el Tenerife al Mallorca es de las que deja marcas dos días después. En un partido señalado en el calendario, ya no solo porque era el del epílogo del Centenario, sino porque la delicada situación en la clasificación así lo exigía, el equipo cuajó una esperpéntica segunda parte. Una vergüenza, justo en el peor momento, que indignó a la afición, que no dudó en mostrar su ira con abucheos. Los canarios marcaron cuatro goles en veintiséis minutos que anulaban la ventaja adquirida tras una buena primera parte con el gol de Juan Domínguez y enviaron a los baleares a puestos de descenso -a un punto de la permamencia-.

Los bermellones, aunque iban vestidos de amarillo, lanzaron por la borda todo el trabajo realizado y dejaron en entredicho la mejoría, en cuanto a imagen, y no resultados, que habían experimentado en este 2017. Porque el Mallorca falló en todas las líneas, incluido el banquillo, porque Pep Lluís Martí supo solucionar para su Tenerife todos los problemas con los que se había encontrado en la primera parte. Pero mejor ir por partes. La entrada de Aitor Sanz en el centro del campo y la de Tyronne para el ataque desarboló a un Olaizola que no reaccionó para salvar los muebles. O no tuvo tiempo. Los canarios se adueñaron del balón y precisamente una acción de Tyronne por la banda provocó el tanto de Raíllo en propia puerta. Fue una desgracia, cierto, pero los errores que llegaron después no. Los fallos, que en otras ocasiones se han llamado puntuales, está claro que han dejado de serlo. El tanto del empate destrozó al Mallorca, que se vino abajo cuando tenía mucho margen para espabilar y aliviar la agonía de la afición. Pero nada más lejos de la realidad.

Una desquiciante pérdida de balón de Moutinho y una enorme falta de intensidad en las labores defensivas facilitó el golazo de Aarón. Pero los problemas de los rojillos no solo estaban atrás. Ni mucho menos. Fue una debacle global. Si los zagueros estaban inseguros, el centro del campo evidenció falta de ideas y los delanteros corrían detrás del balón sin organización. Sasa y Juan Domínguez desaparecieron, fueron claramente superados, aunque tampoco recibieron auxilio de las bandas. Vallejo podría haber ayudado a dar más consistencia a una demarcación que la pedía a gritos, pero Olaizola apostó por quitar a Saúl para sacar a Lekic, una decisión que no cambió nada. De hecho, el serbio fue otra víctima del vendaval de los ´chicharreros´. El ataque se mostró impreciso, con un voluntarioso pero desdibujado Brandon, con un Lago superado y un Pol Roigé, que sustituyó al criticado Moutinho, sin protagonismo. La falta de puntería es un mal que arrastra desde el verano, pero es que ante el Tenerife ni siquiera dio la impresión que tuviera intención de hacer daño justo cuando debía intentar remontar.

El Mallorca, contrariamente al discurso que su entrenador no se cansa de pronunciar, bajó los brazos, como si no le fuera la vida en ello, como si los problemas se fueran a solucionar solos. Se desconectó ante los suyos para mayor fiesta del Tenerife, que sonrojó todavía más a los presentes con un cabezazo de Amath y otro tanto, de penalti, de Aarón. El sistema defensivo de todo el equipo quedó en evidencia, pero es que no hay explicación, como evidenciaron después los propios jugadores y técnico, para justificar este desenlace. Hace tiempo que las excusas han terminado. Quedan quince finales. Prohibido volver a hacer el ridículo porque, de lo contrario, el descenso a Segunda B puede ser real y no una terrible pesadilla.

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