El final del año del Centenario acabó como el rosario de la aurora, con una goleada de escándalo frente al Tenerife de Martí que deja muy tocado anímicamente al equipo de Olaizola, que empieza a no saber cómo salir de esta. Casi 57 años después de que los héroes de Vallejo lograran con la camiseta amarilla el primer ascenso del Mallorca a Primera, los hombres de Olaizola, con la misma indumentaria, se dieron un batacazo monumental, de esos que dejan huella durante largo tiempo. El resultado de 1-4 duele, pero posiblemente más la forma en que llegó, en siete minutos después de la reanudación para olvidar tras una primera parte en la que el equipo dio la cara en todo momento. El Mallorca tiene un problema serio. Se viene abajo con la primera piedra que se encuentra en el camino. Se hunde irremisiblemente al primer contratiempo, y así se hace muy difícil remontar el vuelo.

Resulta complicado explicar el cambio del equipo de la primera a la segunda parte. El de antes del descanso exhibió las mismas virtudes de las últimas jornadas: una entrega total, juego por las bandas, presión asfixiante y peligro en el área. Viéndoles jugar, pocos dirían que este equipo lucha desesperadamente por la permanencia. El Mallorca entró al partido dispuesto a demostrarlo desde el pitido inicial. Parece esta una seña de identidad del entrenador, morder desde el principio, meter miedo al rival. Lo consiguió a los seis minutos cuando Juan Domínguez adelantó al Mallorca. Fue en una jugada de estrategia, en una especie de milagro. El centrocampista gallego, libre de marca, cabeceó un saque de esquina botado por Moutinho y peinado por Yuste. Segundos antes Brandon pudo haber marcado, pero su remate de cabeza se encontró con el cuerpo del guardameta Dani sobre la misma línea de gol. El Mallorca era el dueño del balón. No pasaba ningún apuro. Y así se llegó al descanso.

Martí quería el esférico y para ello hizo dos cambios que le dieron resultado. Todo le vino de cara. El Mallorca sufrió una pájara inicial que le martirizó el resto del partido. El Tenerife trató al Mallorca con un juego directo, sin rodeos y siempre en busca de la mandíbula rojilla. A los dos minutos un autogol de Raíllo y cuatro minutos después un golazo de Aarón tras una pérdida inexplicable de Moutinho. La afición la pagó con el suizo, con razón, porque tenía otras muchas soluciones antes que complicarse la vida en una zona de evidente peligro. El 1-3 llegó al cuarto de hora en un remate de cabeza de Amath con los centrales haciendo la estatua y el cuarto, en el 74, fue a beneficio de inventario, en un penalti cometido por Yuste, que culminaba así una actuación para olvidar. Los goles del Tenerife conducen definitivamente a la defensa mallorquinista al cuarto de los ratones. Asustada e indolente, cada vez que el rival apretaba la máquina, los gestos de adversidad de los locales eran notorios. El Tenerife se encontró un desierto ante sus ojos y se precipitó en busca del gol con la velocidad de sus puntas, Lozano, Amath y Aarón, una mina para Martí. Olaizola tiene una zaga de plastilina, sin ningún rigor defensivo, llevando su actuación a lo grotesco. No disimuló sus miserias defensivas durante toda la segunda plarte, que se le hizo eterna ante la huida de una afición que está hasta el gorro de tanta decepción acompañada de palabras huecas.

El partido hay que contarlo hasta el minuto quince de la segunda parte. Con todas las virtudes del equipo en el primer periodo, también tuvo defectos. Con el 1-0 fue poco incisivo. El Tenerife andaba perdido y el Mallorca no lo aprovechó para ampliar el marcador. Era víctima de la empanada de Lago y de la falta de remate de Brandon.

Si antes del partido de ayer, el del próximo domingo ante el UCAM Murcia adquiría tintes de drama, más lo es tras la derrota. El equipo necesita una victoria ya para olvidar la debacle de ayer. Olaizola soñaba con tres victorias seguidas. Ahora suena a ilusorio cuando el equipo se ha mostrado incapaz durante toda la temporada de ganar dos partidos de forma consecutiva. La categoría solo la pueden salvar los jugadores, que son los que corren en el terreno de juego. Con el vasco en el banquillo se han mejorado muchas cosas, pero no basta. El equipo se va de los partidos de forma incomprensible, cuesta un mundo marcar y siempre llegan puntuales a la cita los errores en defensa. Así es muy difícil. O imposible.